Ely del Valle
Pablo frente a Pablo
Dicen que no hay ni enfrentamientos ni fisuras, pero lo cierto es que Podemos –que es esta formación que ha conseguido cinco eurodiputados antes de saber ni ellos mismos cómo quieren funcionar– llega a su congreso fundacional con varios frentes abiertos y dividido en dos facciones que no terminan de ponerse de acuerdo en cómo organizar su casta interna ni en quién será el Moisés que les conduzca a la tierra prometida de la moqueta parlamentaria.
Por un lado están los de Pablo Iglesias, que reivindican para su líder el premio ganado con el sudor de su lengua de tertuliano y que no puede ser otro que el de los laureles de un César con capacidad para designar a su guardia pretoriana. Por otro tenemos a Pablo Echenique que se creyó hasta cierto punto lo del poder transversal y apuesta por un triunvirato apoyado por una ejecutiva elegida por sorteo, que ya son ganas de jugársela. Es, para entendernos, el modelo ruso frente al chino; el taxi frente al transporte colectivo; el profesor emérito frente al científico; el Podemos que ya ha probado el sabor del escaño frente al Podemos que prefiere mantenerse fiel al pelo de la dehesa.
Fuera de esto, las diferencias entre ambos son peccata minuta y apenas van más allá de si hay que presentarse o no a las municipales, de la nomenclatura a utilizar y de cuánto del poder sobrante, poco en cualquier caso, se reparte entre las bases a las que quieren organizar en círculos como el infierno de Dante.
De momento, la única certeza es que la semana que viene Podemos tendrá por fin un modelo organizativo, que no sinónimo de organizado, y que habrá un Pablo vencido y un Pablo vencedor. Que uno se apellide Iglesias y el otro «casa pequeña» (que es lo que significa Echenique) no deja de ser una anécdota.
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