Ely del Valle

Parole, parole

La campaña electoral andaluza llega a su «cremá» después de haber cumplido con todos los pasos que manda la tradición. Los candidatos han salido a la calle como si no hubiera un mañana soltando promesas al peso que los demás escuchamos con el desapego de quien oye que anuncian lluvia en un día de cielo raso. Los empleos han salido a céntimo, las medidas anticorrupción se han inventado al paso y los aspirantes han fingido prestar atención a lo que habitualmente hacen oídos sordos.

Moreno Bonilla ha intentado alcanzar de golpe la popularidad que no ha sabido trabajarse durante meses; Susana Díaz ha asegurado por su niño que cuando gobierne hará todo lo que no ha hecho mientras gobernaba; Maíllo ha sido o no hermano de sangre de Podemos según el día; Juan Marín (Ciudadanos) ha sacado y escondido la caña en función de las encuestas, y Teresa Rodríguez ( Podemos) ha ido de Herodes a Pilatos haciendo de su campaña un permanente «sketch».

Andalucía y su campaña electoral nos ha vuelto a recordar que muchos políticos son como los Reyes Magos: aparecen una vez al año repartiendo caramelos y el resto del tiempo, si te he visto no me acuerdo. Ahora les queda por delante el fin de fiesta, una jornada de reflexión y un domingo de ir tempranito a sacarse la foto para demostrar que son de madrugar incluso en festivo. Y el lunes, cuando la suerte ya esté echada y cada mochuelo vuelva a su olivo, los servicios de limpieza pasarán la escoba por los colegios electorales recogiendo las papeletas arrugadas y todas esas promesas de usar y tirar que sólo han servido para dar color a una pasarela de dos semanas en la que, como en Cibeles, cuarto y mitad de lo visto es un simple ejercicio de fantasía que a la hora de la verdad no hay quien traslade a la vida real.