Alfonso Merlos
Paso al frente
Cambio y continuidad. Es la esencia de la vida misma, también de las organizaciones, incluidas las políticas. Relevar lo que no funciona y mantener lo que va bien. Así de simple o así de complejo en ocasiones. Pero, tan importante o más es que los pasos que se den sean al frente, hacia adelante. Y esto es lo sustancial en este punto para el Partido Popular y para el Gobierno de España. Es normal que tras los resultados de Andalucía aflore la autocrítica, se reconozcan errores, se intenten paliar los efectos de una derrota que podría haber sido victoria... pero una cosa es eso y otra, plantear una revolución en el partido, una escabechina, provocar (artificial e interesadamente) una guerra de guerrillas interna a menos de dos meses de que los españoles vuelvan a las urnas para elegir alcaldes y presidentes autonómicos.
Sería suicida presentar ante la opinión pública lo que no existe. Porque ni hay una división profunda entre los militantes, ni entre los dirigentes que en cuestión de horas se reúnen para establecer hacia dónde caminan, con qué sentido, con base a qué estrategia y aplicando qué tácticas. La confrontación o la ruptura intestina no es tal. Ésa es la verdad.
Otra cosa es el debate, las diferencias lógicas sobre determinadas cuestiones de forma o (no tanto) de fondo, las distintas sensibilidades sobre si conviene hacer tal o cual cosa antes o después, la posición sobre determinadas personas que comparecerán como candidatos ante los votantes para ser reelegidos o gobernar por primera vez las instituciones. ¡¿Y qué?! ¡¿Es esto una anomalía en un sistema democrático en el que precisamente lo que debe combatirse es el pensamiento único?! ¡De ninguna manera!
Quienes pretenden ver desde dentro o desde fuera del Partido Popular la erupción de un volcán, un terremoto que se avecina de consecuencias imprevisibles, sabrán cuáles son sus razones: quizá personalistas, quizá espurias, quizá inventadas. Pero son minoría. Ni siquiera dan la cara. Nunca se explican. Y ésta es la prueba del algodón.
La unidad es hoy un valor que –naturalmente, con sus limitaciones y sus defectos en la gestión– la secretaria general y el presidente han conseguido que sea santo y seña de una organización que quiere mirar más a los ciudadanos que a su propio ombligo. Y que acierta. Ése es el camino. No hay otro.
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