Alfonso Ussía

Perdido en Washington

La Razón
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El formidable Giovanni Guareschi, creador de Don Camilo y Pepón, principió así uno de sus textos periodísticos: «El señor Golfieri besó con cariño a su esposa, le dijo que viajaba a Milán, subió al tren de Roma y se marchó». Creo que este sencillo párrafo ha inspirado al asesor de viajes de Pedro Sánchez, que anunció su inmediata presencia en Washington para apoyar a Hillary Clinton, cuando el cuartel general de Hillary Clinton estaba en Nueva York. Sánchez se ha pasado el lunes, el martes y el miércoles – ya vuela hacia Madrid–, buscando a Hillary en Washington cuando la derrotada señora Clinton, desde Nueva York, ha asumido que Washington le queda muy lejos. Se sabía que Sánchez era gafe, pero no tanto. Gafe, contragafe, sotanillo y manzanoide, las cuatro categorías de la máxima gafancia reconocidas científicamente por la HOMA, sucursal de la UNESCO. Sanchez pertenece a la más alta graduación del infortunio, al grupo de los manzanoides, subespecie europea meridional, del orden de los primatígidos. Se trata de gafes monumentales, clamorosos, de imposible superación. Y también, generosos y consecuentes, por cuanto el mal que procuran lo sufren en parecida intensidad ellos mismos. El sotanillo es infintamente más egoísta. Su gafancia afecta a los demás, pero él se libra. El colmo del gafe manzanoide, subespecie europea meridional del orden de los primatígidos, es que, además de serlo, compre mal el billete de avión. Hasta el más gafe de los manzanoides, antes de emprender un largo viaje en apoyo de una víctima, se informa de la ubicación, estable o eventual de la persona a devastar. Y todos sabíamos que Hillary Clinton votaría en Nueva york y permanecería en Nueva York durante el recuento de los votos, excepto Sánchez, que se presentó en Washington para apoyar a la ausente. No obstante, su poder maléfico es tan intenso, que desde Washington gafó a la pobre señora Clinton, que se creía segura en Nueva York, y el resultado de las elecciones resultó desastroso para la apoyada. Trump se la merendó con patatas.

Me ha sorprendido lo mal que ha caído el triunfo de Trump, tan contundente como democrático. Trump, que se ha comportado como un payaso durante la campaña electoral, al saberse triunfador y futuro presidente de los Estados Unidos, ha hablado con el tono que corresponde a quien ha ganado, en contra de todos, unas elecciones. Trump se adaptará a las circunstancias, como han hecho los 44 presidentes americanos que le han precedido. Será un poco mejor o un poco peor que sus antecesores, pero no quebrará el sistema, porque su trayectoria triunfadora es parte fundamental del sistema que ahora tiene la obligación de defender. Sucede que el triunfo de Trump ha caído peor en España que en su propia nación, donde ha ganado. Y ha triunfado a pesar del triunfo apoteósico de Hillary en la isla de Guam. La isla de Guam es, tradicionalmente, la primera circunscripción en ofrecer sus resultados, y se da la circunstancia de que siempre ha vencido el ganador en Guam. Pero los de Guam ignoraban la presencia de Sánchez en Washington apoyando a quien se hallaba en Nueva York, y ni Guam ni leches.

Creo que dentro de lo malo no ha vencido el peor. Al menos ha ganado un triunfador en la vida privada, y no una rémora del poder ajeno. Por otra parte, moralmenente, Trump es un defensor de la vida. Y de Hillary Clinton guardo estas perlas envenenadas: «Los bebés en el vientre no tienen derechos constitucionales»; «una mujer debería tener el derecho de abortar incluso horas antes del parto»; «pediré que se aumente la asistencia económica a los centros abortistas; ya lo he estado haciendo por mucho tiempo»; «los cristianos usan sus creencias para agredir a los ciudadanos gays y lesbianas»; «tenemos que cambiar las creencias religiosas y las estructuras de la sociedad».

La de Podemos era Hillary, no Trump. Sánchez vuela hacia Madrid.