Paloma Pedrero

Perros en el metro

Se dice que el que no ha tenido perro no sabe lo que es un perro. No sabe tampoco, creo yo, lo que es un amor incondicional. Sensación maravillosa. Sí, es prodigioso tener vida pura a tu alrededor, en tu casa. Tener plantas, tener niños, tener animales... Y lo mezclo todo conscientemente. No pongo otros “teneres” porque ya corresponden a diferente categoría. Los críos pequeños, los animales, las plantas... pertenecen a la naturaleza íntegra. No están maleados por la educación, por la cultura, por la ceguera de la sociedad. Y respeto profundamente a los que no quieren tener nada de esto. A los que saben, porque así es, que tanto un hijo como un jardín o un perro dan un trabajo grande, y prefieren dedicar su tiempo a otros quehaceres. Lo respeto, y lo siento. Porque una sociedad enamorada de la naturaleza ingenua será una sociedad humanizada. Sin embargo, los niños, las flores, los animalitos familiares son seres dependientes. Necesitan de un humano adulto para sobrevivir. De nosotros. Gente, en muchos casos, irresponsable que hacemos o adquirimos seres vivos y luego no los cuidamos. Incluso ni somos capaces de preservarles su bondad. Un perro, si no está enfermo o maltratado por su dueño, es pacifico. Un perro en manos de un ser responsable es un gran compañero de viaje. Pero como hay de todo en la viña del señor, creo que para llevar a los canes en transportes públicos, se ha de exigir que sean apacibles, educados y sanos. Esto es sencillo, se puede certificar por un veterinario. A partir de ahí, con bozal o sin él, que nos acompañen, por favor. Nos darán alegría, confianza, seguridad. Yo con ellos al metro y al fin del mundo.