Alfonso Ussía
Perverso bicho
La tiranía comunista de Corea del Norte –la de los generales sollozantes y plañideros–, está gobernada por un auténtico bicho. Un bicho malísimo, perverso, un insaciable chupador de sangre. De aspecto campechano, gordito y sonriente, pero malo hasta donde la imaginación puede llegar. Ahora nos ha sorprendido una vez más ordenando el fusilamiento de su ministro de Defensa, don Hyon Yong-Chol. El método utilizado para enviar al otro mundo a don Hyon abre una nueva etapa en los procedimientos de las ejecuciones. A don Hyon lo han fusilado con un disparo de cañón. El motivo de su desagradable final también merece un comentario, por si algún defensor del régimen de Corea del Norte que habita por los círculos morados desea modificar su baremo de cariños. El ministro de Defensa se durmió durante un discurso del gran líder, don Kim Jong-un. Está terminantemente prohibido dormirse cuando el timonel de Corea del Norte perora. El pasado 30 de abril, centenares de invitados tuvieron la oportunidad de asistir en la Academia Militar de Kanggon a la ejecución del pobre don Hyon. El proyectil que acabó con su vida provenía de un cañón antiaéreo, un ZPU-4, capaz de alcanzar los 8000 metros de trayectoria sin margen de error. A don Hyon lo colocaron a 30 metros de distancia, y de don Hyon no quedó nada de nada. El ministro de Defensa, según se chivó al gran timonel el subdirector de la Agencia Nacional de Inteligencia, don Han ki-Beom, también había echado una cabezadita durante un desfile. Quizá un exceso de ácido úrico que le impedía prestar la atención debida al paso marcial de sus tropas o a las palabras del querido líder. Pero allí, en lugar de recomendar a los ministros enfermos que acudan al médico, los fusilan con un cañón.
No es la primera charranada sangrienta que monta el pollito comunista. A su tío, a su querido tío, confidente, maestro y mentor don Jang Song-Thaek, vicepresidente del Gobierno, lo encerró en una parcelita con veinte «bull-terriers» hambrientos, los cuales, y como era de esperar, se zamparon a tío Jang en un abrir y cerrar de ojos. Mejor la muerte por un cañonazo que entre los colmillos de veinte perros, lo que prueba que el querido líder se está humanizando. Una prueba que algunos consideran dudosa por cuanto este año, el querido líder ha ordenado fusilar a quince altos cargos de su Gobierno y a cuatro músicos. En Corea del Norte, el que aprende a tocar la viola, el violín o el violón ya sabe cómo termina. En el paredón. Y si son la trompeta, la trompa o el trompín, peor aún. Al menos, ya se sabe dónde no van a encontrar jamás al querido líder. En Salzburgo.
En Corea del Norte nada se discute ni se debate por el pavor que causan las reacciones del bicho bola. Pero conocida su afición a fusilar, su ministro de Economía le ha recomendado con mucha cautela y respeto, que se mantengan los fusilamientos a balazos y no a cañonazos, dada la carestía de los proyectiles antiaéreos. Gastar diez proyectiles para matar a diez músicos es como tirar el dinero al mar, y Corea del Norte no está para ese derroche ejecutor. En las próximas horas será pasado por las armas el ministro de Economía, cuya identidad desconozco, y en verdad que lo lamento profundamente.
El camarada Stalin, al que Pablo Iglesias lee y recomienda, ordenó la extinción de veinte millones de rusos mediante el admirable ahorro. Sencillamente, morían de hambre en los campos de concentración de Siberia. Sólo fusilaba a los que consideraba de urgente desaparición. Era pues, un líder comunista admirable, ahorrativo y honesto. Pero su discípulo, el bicho bola, la canica sanguinaria, no cree en el ahorro. Y ahí está, cañonazo va, cañonazo viene, dejando a Corea del Norte sin somnolientos y músicos.
Y no me parece correcto.
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