Rosetta Forner
Peter Pan se queda en casa
Hubo una época en la que los hijos ansiaban salir de la casa de los padres, emanciparse, darse la posibilidad de vivir experiencias de todo tipo, cortar el cordón umbilical. Actualmente, con la excusa de la crisis o de la carestía de vida, muchos se apalancan en el hogar, lo cual no deja de ser la forma de ahorrar en estos tiempos, o de disimular que uno no quiere salir al mundo y retrasa el asumir las responsabilidades propias de un adulto. Hacer frente a un alquiler, pagar facturas, cocinar, limpiar... son tareas que dejan para los padres, quedando el hijo en una posición ventajosa, pues conjuga el tener sus necesidades cubiertas con el salir y entrar cómodamente. Los padres de ahora no son como los de antaño. Actualmente, el enfoque relacional en la familia facilita la convivencia paternofilial, siempre y cuando se reajuste ésta a la realidad del momento, esto es, se compartan derechos y responsabilidades. Es muy cómodo quedarse en casa de papá y mamá y que hagan ellos frente a las facturas. Empero, cuando el hijo/a no pueda contribuir económicamente, al menos debería contribuir asumiendo tareas del hogar que deben ir más allá de limpiar su habitación. Negociar no es lo mismo que consentir: «Ayudar sí, rescatar no». Los hijos deben permitir que los padres puedan trascender esa etapa y puedan disfrutar de la vida que se han construido. Ésta no es la primera generación que gana poco, pasa por una crisis económica, o se enfrenta a una escasez de puestos de trabajo. La diferencia con las de otras épocas es que aquéllos estaban dispuestos a luchar, tenían claro que nadie les iba a regalar nada y creaban soluciones. Las generaciones actuales son comodonas y esperan que los demás les saquen las castañas del fuego: saben que tienen derechos, pero obvian las responsabilidades. La independización es una de las mejores escuelas de la vida, pues despabila y despierta capacidades dormidas. Seguir viviendo con los padres ha de ser enfocado como un «medio» y no como un fin, mientras uno se labra un futuro económico-profesional, y no como excusa para no dejar de ser jamás Peter Pan.
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