Martín Prieto

Políticos de guardería

Asistí a elecciones en España y América entendiendo que las campañas largas degeneran y en su ecuador desbarrancan en querella de rabaneras. Estas elecciones comenzaron con las europeas y acabarán a final de año: las más prolongadas de la democracia, y la fatiga despunta desde uno que oferta naumaquias en los lagos de Madrid a otra que propone que el Ayuntamiento barcelonés emita moneda. La audacia y la ignorancia carecen de límites. Lo de sacar de la política a los anteriores a la Constitución, Albert Rivera lo empeora a medida que lo explica, porque esos viejos que tiraron del carro del país hasta 1978 son los que lograron que naciera con una flor en el culo. Será mucha la jurisprudencia de Riverita pero solo tiene cuatro años de fe laboral en una caja de ahorros, y como le irá bien de político llegará a provecto sin saber cómo funciona una empresa privada. Llevamos dos siglos buscando la regeneración política pero a nadie se le había ocurrido lo de los campos de concentración generacionales.

Los de «Podemos decir mañana lo contrario de lo que dijimos ayer» se han lanzado a una recta final de insultos personales y groserías «ad hominen» para que el señor Iglesias recupere la frescura perdida. No en balde el logotipo de Podemos reproduce el acreditado invento del doctor Condón, y es un profiláctico que mata cualquier idea interesante posterior a 1917. Lenin salvó el incipiente comunismo con la NEP (Nueva Política Económica) y el misógino Comité Central de Podemos compensa sus propios recortes con aullidos desde el arengario. Pedro Sánchez no tiene enmienda ni quien le entienda, insistiendo en meter en el mismo saco a Bildu y el PP. Este líder provisional del PSOE no apunta maneras de estadista. Le alivia la Susanita andaluza, la que asó la manteca, jugando con el ratón, pero en su Comité Federal afilan las gumías si los socialistas son tercera fuerza en Madrid. Histeria en la guardería.