Irene Villa

Porquería

Las palabras se las lleva el viento, pero las escritas se convierten en intenciones de hechos que sí son denunciables. Las amenazas, los deseos negativos, las ofensas vertidas en la red... ya son imputables, quizá como único camino para que podamos al fin poner freno al acoso en la red. De momento, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado actuarán contra quienes lanzan comentarios racistas, como lo ha hecho con los que enaltecen el terrorismo o cualquier otra forma de violencia. No puede salir gratis ofender. Hace poco leí que la cortesía permite que nos conectemos con éxito unos con otros, y efectivamente cuesta muy poco comportarnos cívicamente y se gana tanto, que no se justifica ninguna otra manera de dirigirse a los demás. Creo que el problema de las redes sociales son las personas que olvidan que la cortesía y el respeto son fundamentales en las relaciones interpersonales, y se aprovechan del carácter impersonal y clandestino de internet para sacar toda la furia que llevan dentro. También ocurre que se dejan llevar por los sentimientos que les provocan algunos comentarios sacados de contexto, cuyo tono e intención desconocen, o quizá ciertas personas a las que demonizan, y, protegidos por ese aparente anonimato, se desahogan. Pero hasta aquí llegó esa impunidad que ha permitido a tantos desaprensivos verter por su boca –en este caso su teclado– toda clase de amenazas, improperios, ofensas y hasta practicar el acoso cibernauta. Y es que no quieren conectarse con nadie, pero menos con ellos mismos, por miedo a descubrir lo que llevan dentro: porquería.