Alfonso Ussía

Prestos los grilletes

La Razón
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Si no aterriza en algunas mentes sucias y necias el sentido común, muy cercano está el día en el que detenerse o simplemente mirar el culo de una mujer será considerado un delito. Preparen mi celda, por favor. El culo de una mujer, el gran enigma, según Santiago Amón. La muerte ha salvado a Berlanga, Mingote, Mihura y al Viejo Profesor, Enrique Tierno, que pellizcaba los nalgares de Miss Guinea, Flor Mukubi, con delectación supina: «Don Enrique se menea/ con la nena de Guinea./ Suavemente toquetea/ su culito respingón./ Y la negra que es muy sosa,/ y altamente pudorosa,/ le susurra candorosa: -Don Enrique, ‘‘uté’’ é un tocón». Va a resultar que estas mujeres del nacional-feminismo retroprogre serán las vigilantes de la moral y las buenas costumbres, como si mirar un culo de mujer con formas de melocotón temprano fuera una mala costumbre. «Pasó ella, y clavé sin disimulo/ la mirada en los ritmos de su culo». A la cárcel con él. Prestos los grilletes.

En la tierra hay tantas clases diferentes de culos femeninos como mujeres la habitan. Está el culo respingón y el caído, el frutal y el espigado, el discreto y el violento, el sencillo y el «mágnum», el pulido y el estriado, el irresistible y el invisible, el luminoso y el apagado, el sharapovo y el culibajo, el elástico y el maderero... Culos a ras de tierra y culos con vocación de cielo. Culos en los que nacen columnas o muslos poéticos. François Villon: «Era madame de Grevy de esas mujeres que uno ama apasionadamente después de hablar durante horas con su culo». A la cárcel Villon. Prestos los grilletes.

Durante unos meses escribí crónicas parlamentarias en el «Ya», cuando este periódico pertenecía a la Iglesia. Y firmé una elegía cuando el trasero de Soledad Becerril dejó de ser el propietario de un escaño del banco azul. Redacté: «El escaño lloraba cuando Soledad separó por última vez su culo del cuero añil». Al día siguiente se publicó el bello escrito con una corrección no autorizada. Decía: «El escaño lloró cuando Soledad Becerril separó por última vez su pompis del cuero añil». Llamé enfurecido al entonces director del «Ya», Fernández Castaños. «Hombre, Ussía, la palabra ‘‘culo’’ no es procedente en nuestro diario». «Pues censure todo el artículo, pero olvídese del pompis. Oiga bien, Castaños, el pompis deja de serlo a los diez meses de edad. A partir de ahí, se tiene culo». Me despedí de tan respetable y absurda publicación. Las feminazis que hoy imperan en nuestra sociedad se habrían solidarizado con los censores del culo y propagandistas del pompis.

Lo recogió Cela en su Diccionario Secreto: «Mujer que al andar culea/ y al pasar sus nalgas mece/ yo no digo que lo sea/ pero sí que lo parece». Seamos discretos con el culerío femenino nacional y sean recordados y homenajeados algunos culos de allende nuestros límites patrios. El culo de Ornella Mutti, origen y causa de muchos enfrentamientos masculinos en plena berrea. El de Sylvie Vartan, que se lo quedó Jhonny Holliday. El culo de Margot Hemingway, en plena inmersión en el lago azul. ¿Cómo no mirarlos? ¿Cómo no aplaudirlos? ¿Cómo no venerarlos? Las feministas no castigan la contemplación de los culos masculinos. En ese aspecto, estoy salvado y libre de culpas. ¿Algún pero, alguna relación con la suciedad mental se establece entre la mirada de un hombre y el culo, en sus mejores calendas, de Carolina de Mónaco? Ese culo, aquel culo, sostuvo en buena parte al Principado de Mónaco, que no todo van a ser las carreras de Fórmula Uno, los Bailes de la Rosa y las visitas al Oceanográfico de Cousteau o el Casino de Montecarlo. Culo de albaricoque de la Costa Azul.

Prestos los grilletes. Dispongan que mi celda carezca de claraboya. Prefiero la luz de la memoria a la luz del patio de la prisión. No voy a renunciar a mirar y analizar los culos que de ahora en adelante me lleven hasta el delito. Es más, a partir de ahora, la ráfaga de mirada en disimulo se convertirá en prolongada y analítica. «El día que ni un solo hombre muestre interés por la contemplación efímera y paseante de una mujer con deslumbrante culo, se habrá iniciado el fin del mundo». Lo escribió Maxwell, no recuerdo si Richard o Lawrence, que en ocasiones los confundo.

Preparen mi celda, por favor. Prestos los grilletes. Me dispongo a delinquir inmediatamente.