Alfonso Ussía
Pura como la azucena
Escribió don Antonio Machado una «soleá» que es la síntesis de la vanidad y la soberbia: «¿Tu verdad? No, la verdad./ Y ven conmigo a buscarla./ La tuya, guárdatela». Es decir, que don Antonio, casi tan grande y más obvio que su hermano don Manuel, consideraba que para encontrar la verdad era menester rastrearla en su compañía. Como el presidente de un Banco en plena negociación con los representantes de otra entidad del ramo: «Seamos serios, respetemos los diferentes puntos de vista y lleguemos al deseado acuerdo, pero les advierto que la razón la tengo yo».
Doña Rosa Díez es mujer de agudas ocurrencias. Con motivo del Día de Puertas Abiertas en el Congreso y el Senado, instaló un cartel en la zona correspondiente a los despachos de UPyD que rezaba de esta guisa: «Zona Libre de Corruptos». Se trata de una ocurrencia bastante impertinente. Doña Rosa acusa al resto de los diputados o senadores de otros partidos de corrupción y ella y los suyos se salvan del generalizado señalamiento. En «La venganza de Don Mendo», cuando Don Nuño Manso del Jarama le pregunta al pendón de su hija Magdalena acerca de su pureza, la nena le asegura ser «pura como la azucena». No pretendo establecer comparación alguna entre doña Rosa y doña Magdalena que engaña a don Mendo con don Pero, a don Pero con el rey, y al propio rey con Mendaro, y a «Mendaro con el conde de Velilla de Montarco». Sucede que no es recomendable ni conveniente autoproclamarse pura, cuando la pureza no se resume exclusivamente en la conservación del himen. La corrupción no es sólo la económica. También, sin permitir el aterrizaje de un euro ajeno al propio bolsillo, se puede galantear con la corrupción política, ideológica o curricular. En el sistema actual de listas cerradas, un diputado, senador o concejal que abandona el partido político por el que ha sido elegido, y se mantiene en su escaño, está inmerso en la corrupción política. No es el caso de doña Rosa, cuya trayectoria es muy probable que se haya desarrollado en una zona libre de corrupción económica, pero no libre de vaivenes, incoherencias y cansadísimas sesiones de aprendizaje del baile de la yenka, izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres. Porque doña Rosa, cuando era destacada y entusiasta socialista en el País Vasco, colaboró intensamente con los nacionalistas del PNV, no desde su casa, sino ocupando una Consejería del Gobierno vasco. Doña Rosa, como en el régimen de Franco, sentó en el banquillo de los presumibles delincuentes a Antonio Mingote por un dibujo publicado en ABC, que era un canto triste a la libertad y la vida. Y sentar a un genio como Antonio Mingote por un dibujo plenamente acertado es para mí –y entiendo de mi parcialidad– una corrupción anímica y ética. Doña Rosa manda en su partido con mano de hierro y no admite discrepancias, y que se lo pregunten al señor Sosa Wagner, que se atrevió a recomendar una fusión de UPyD con Ciudadanos que alimentó la cólera de doña Rosa y acabó con Sosa Wagner renunciando a su escaño en el Parlamento Europeo. El tiempo le está vistiendo de razón al dimitido, acosado, y despreciado Sosa Wagner, por cuanto UPyD ha descendido en las encuestas y Ciudadanos aumenta cada día que pasa. Hubiera acertado doña Rosa ampliando el cartel «Zona Libre de Corrupción» con otra advertencia: «Zona de Libertad de Opinión Prohibida».
Dios me libre de poner en duda la honestidad económica de doña Rosa, que aún así no puede presumir de ser pura como la azucena en su interpretación democrática. Excesivo zigzagueo y abrumador sentido de la libertad siempre que ésta se someta al «yo lo ordeno».
En todas partes cuecen habas, que como todos los refranes es bastante tonto, pero no alejado del motivo del presente texto, que doy por finalizado si doña Rosa me lo permite.
✕
Accede a tu cuenta para comentar