Manuel Coma
Putin va ganando la partida
Siria es compendio y expresión de todos los antagonismos del Oriente Medio. Todos ellos libran combate entre sí a varias bandas en esa llaga purulenta cuya infección contagia a sus vecinos en forma de, al menos, 4 millones de refugiados, que han desbordado el marco regional llegando a Europa. No son más que una avanzadilla. En ese aspecto, al menos, de nada nos ha servido mantenernos al margen. Ahora sabemos que no lo estamos, pero no sabemos qué hacer. En Occidente nadie lo sabe. Los europeos no nos movemos si Estados Unidos no tira de nosotros. Cuando lo hace acusamos a Washington de prepotencia, pero sin los americanos nos vemos perdidos, como en Libia, cuya guerra puso en marcha Sarkozy al que siguió, para no dejarlo solo, Cameron, consiguiendo arrastrar a Obama para que hiciera algo, que fue bombardear desde el aire y salir corriendo. Ahora no hay quien mueva a Obama, y Europa se siente huérfana.
Se dice que la intervención de Putin –que sabe lo que quiere, cree saber cómo conseguirlo y no tiene ningún empacho en intentarlo, por arriesgado que sea–, ha reducido las opciones del presidente americano. La verdad es que nunca ha querido tenerlas y siempre ha evitado tomarlas, considerando que las posibles consecuencias de la pasividad son siempre mucho mejores que las de la acción. Pero está en un candelero del que no puede apearse y no puede permanecer quieto. A Putin le ha venido a decir que no sabe dónde se mete, pero Putin se siente encantado de llenar el espacioso hueco que le dejan libre, en donde de hecho ya estaba instalado. Mientras, el secretario de Estado, John Kerry, se felicita de la supuesta y hasta ahora invisible colaboración rusa contra el hiperterrorista Estado Islámico. Y mientras también, Washington cierra un programa de preparación de combatientes locales contra dicha organización. Se ha gastado 500 millones de dólares en conseguir nada. Un fracaso de tal magnitud requeriría una buena explicación, pero no la hay. Entre otras cosas, pone en evidencia, las tremendas disfuncionalidades del Pentágono de Obama, el aparato burocrático que debe dirigir el mejor ejército del mundo.
En un conflicto en el que hay tantos contendientes directos con tantos aliados externos, a cual peor, los de dentro y también los de fuera, las opciones son siempre oscuras y oscilan entre malísimas y absolutamente pésimas, incluyendo la de quedarse cruzado de brazos. Obama y los europeos no sabemos qué hacer y preferimos optar por no hacer nada. Esto representa una clara ventaja para la alianza de Rusia e Irán cuya decidida apuesta es mantener el régimen de Bachar al Asad.
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