Martín Prieto

Putin versus Obama

La opinión internacional está juzgando frívolamente al «Zar euroasiático» que ha sucedido a Catalina la Grande, alemana, de educación francesa, como segundo conquistador de Crimea. Putin nació en la europea San Petersburgo , y se graduó de abogado con laureles aunque acabara como oficial del KGB, en Dresde, hablando alemán. Probablemente fue más comunista que Angela Merkel, y bautizado como ella. Los panfletistas dicen que tiene cara de rata policial, cuando su apariencia es de ruso blanco. Pero ni es un patán ni un analfabeto político que vive en otro mundo como afirma la canciller, sino poseedor de un código conservador que despierta las simpatías del «Tea Party» y el entusiasmo de la Iglesia ortodoxa. Abstemio en un país alcoholizado, restringe el aborto y limita las actividades homosexuales, porque considera que Occidente degenera permisivamente. Tambien se ha invertido el polo del referente mundial representado por el habitante de la Casa Blanca. Barack Obama ha quedado atrapado en las redes sociales progresistas que tan hábilmente usó. No ha podido o sabido negociar su único as de la sanidad universal, no ha cerrado Guantánamo, sus viajes al exterior han sido irrelevantes, y su negritud no ha supuesto un revulsivo para el racismo subyacente de la sociedad americana. Putin ha hecho en Chechenia lo que ha querido, ha invadido parte de Georgia, le ha hecho el desaire a Obama de acoger al agente de la CIA, Snowden, ha dejado a Estados Unidos (y a Hollande) con el pie cambiado en su mediterráneo despliegue aeronaval por el arsenal del oftalmólogo Bachir Al Assad, recordando que cuenta con una base naval en Tartús, y ha resuelto el conflicto ucraniano como Catalina II. Las sanciones consisten en quitarle un salmón al oso, y, tras China, Putin es el mayor tenedor de deuda estadounidense. El «zar» será bastante gánster, pero su idea virtual de Eurasia va de Lisboa a Vladivostock, con Rusia de igual a igual. Comienzan otros tiempos.