Partidos Políticos

¿Qué dice el Rey?

La Razón
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El Rey se mantiene a la espera, en silencio. Nadie puede acusarle de interferencias indebidas para ayudar a resolver la grave crisis política que padece España. Si acaso habrá quien se extrañe de su silencio abrumador y su aparente inactividad en este difícil trance, que puede marcar su reinado, como si hubiera tomado la meditada decisión de quitarse prudentemente de en medio para que no digan. Y eso que es el árbitro, según la Constitución, y tiene, por tanto, en esto atribuciones claras: la obligación de arbitrar en esta complicada contienda política. Lo único que se sabe es que hasta ahora no ha encargado al socialista Pedro Sánchez que vuelva a intentar la investidura tras su fracaso anterior. Y no es seguro que se lo encargue otra vez, salvo que el frustrado candidato llegue a la Zarzuela con sólidos y seguros apoyos de última hora, y consejeros muy cercanos al joven Monarca, partidarios de la llegada de las izquierdas al poder para, según ellos, fortalecer así la institución, inclinen al final su voluntad con el argumento de evitar males mayores. Lo razonable es que el Jefe del Estado, antes de tomar ninguna nueva decisión, mantenga otra ronda de consultas con todos los representantes de las fuerzas políticas. Y va quedando cada vez menos tiempo para esa convocatoria. Si al final el Rey reincide en encargar formar Gobierno a Sánchez, antes habrá de tener en cuenta no sólo la aritmética parlamentaria para alcanzar la investidura sino también la garantía de gobernabilidad. El riesgo de que el candidato socialista obtenga su ardiente propósito con el apoyo de los partidos anticonstitucionales –los separatistas catalanes– y Podemos, que aspira a cargarse el «régimen del 78», del que depende, entre otras cosas, la Corona, inquieta seriamente dentro y fuera de España y no deja indiferentes a los principales responsables del PSOE, que se han enterado, por ejemplo, con alarma del encuentro secreto de su candidato con Oriol Junqueras (ERC), al que ha tanteado su apoyo a la investidura. No sería seguro, en estas condiciones, que el grupo socialista en el Congreso votara unánimemente dicha candidatura. Así que ni siquiera la aritmética parlamentaria estaría garantizada. En una crisis de tal envergadura, el Rey no puede mirar para otro lado ni quedar como el florero del sistema. Estará pensando sin duda en el bien general y en el futuro de España.