José María Marco
Regeneradores franceses
Los españoles somos tan vanidosos que creemos que hemos inventado eso de la regeneración, deporte que consiste en proclamar el fin del sistema, de las instituciones, incluso de la democracia liberal y de la nación... de cualquier cosa con tal de que sea algo civilizado, capaz de hacernos la vida un poco más amable. En realidad, lo que hoy en día cunde por toda la Unión Europea son, precisamente, partidos, proclamas y líderes regeneradores o regeneracionistas. Un ejemplo, entre otros muchos, los proporciona un libro, «El suicidio francés», del ensayista Éric Zemmour, que lleva vendidos en torno al medio millón de ejemplares. Tanto o más que las memorias de la pareja de François Hollande, presidente de la República. El libro está bien escrito. Se compone de capítulos breves, entretenidos de leer,que comentan algún hecho ocurrido desde 1970. Presenta una excelente documentación, con un nivel de argumentación razonablemente matizado.
Claro que en cuanto intentamos ir un poco más allá, aparecen las simplificaciones. Francia se disuelve desde la revolución de Mayo del 68, cuando las mujeres le ganaron la partida al varón (personificado en el General por excelencia: De Gaulle). Francia cedió la preeminencia a Alemania, tras la caída del Muro de Berlín, el mismo año en que se celebraba el 200 aniversario de la Revolución (la Francesa, se entiende). Francia está perdiendo su identidad con la globalización y la cesión de soberanía a la Unión Europea... Zemmour practica con habilidad el arte, muy francés, de revestir con apariencia de complejidad argumentos esquemáticos. La regeneración cobra así un aspecto menos grosero. Es posible que libros como este planteen problemas reales, en particular la cuestión de la identidad nacional. Aun así, no es seguro que la mejor forma de ponerlos sobre la mesa sea la sobreactuación. Lo más paradójico es que cada uno anda descubriendo en su país lo mismo que los demás, y casi con las mismas palabras. ¡Regeneradores del mundo, ...!
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