Manuel Coma

¿Renovación o retroceso?

El Gobierno de Monti estaba destinado a ser un paréntesis. Lo que está ahora en cuestión es si ha lo sido realmente y con su finalización todo vuelve a las andadas, el incesante carrusel de partidos o si las virtualidades políticas de los trece meses de interludio han cambiado las cosas de forma que quepa esperar que las próximas elecciones lleven a reformas lo bastante profundas como para hablarse de una III República.

El Gobierno de Super Mario no salió directamente de unas elecciones, pero fue aprobado en el Senado y la Cámara Baja por mayorías que ningún otro Gobierno italiano había conseguido. ¿Impuesto por Europa o por Merkel? Italia se podía haber negado. Sólo tenía que pagar el precio de la negativa, que es el de sus propios pecados económicos. Al fin y al cabo las condiciones para recibir dinero son las mismas que cualquiera que esté en apuros tiene que poner en práctica sin que nadie se las imponga: hacer lo que haga falta para salir del hoyo y poder devolver lo prestado. La coartada europea viene bien al Gobierno y se convierte en chivo expiatorio para toda clase de demagogos. No sólo los partidos aceptaron dejar en suspenso su juego habitual, sino que también el público italiano recibió con alivio esa suspensión. Al cabo del año, sin embargo, parece haberse cansado de impuestos y austeridad. Por eso se dice que el próximo Gobierno tendrá que orientarse hacia el crecimiento. Como si sanear las cuentas públicas recaudando y recortando no tuviera ese fin.

Con esas esperanzas no poco ilusorias, los italianos vuelven a interesarse más por la política que por la economía. La gran incógnita es si Monti se presenta a la cabeza de una nueva alineación, el Tercer Polo, que aglutinaría fuerzas centristas en un intento de romper con la bipolaridad, que no consiste en dos partidos, sino en dos constelaciones dirigidas cada una por una fuerza predominante. La realidad es que ese grupo de centro-centro no pasaría de un tercer lugar y sólo podría gobernar en alianza con el PD. Monti el jueves estaba seguro, el viernes dudaba, mañana expone lo que sería su programa, pero sólo después de navidades decidirá. Mientras, Italia en vilo. Y Europa, que no quiere el populismo de Berlusconi.