Ramón Tamames

Reto ambiental

Aunque es un episodio que lamentablemente se repite con cierta frecuencia, las fotos distribuidas hace unos días sobre la situación del aire en Pekín, con un fuerte smog (palabra que viene de smoke, humo; y de fog, niebla), con pérdida casi total de visibilidad, han impactado a la opinión mundial sobre la grave situación de contaminación atmosférica de China.

Ante ese estado de cosas, se evidencia que es muy difícil frenar las inercias de la política energética que se sigue desde hace años, y que está basada en el consumo masivo de carbón (2.500 millones de toneladas en 2011). Lo que, con otros inputs hace que China sea ya el máximo contaminador del planeta, por delante de EE UU. Y aunque ciertamente se han adoptado medidas para cerrar las minas de los peores carbonos sulfurosos, así como las pequeñas explotaciones sumamente peligrosas para la vida de los mineros, el problema persiste e incluso se agudiza.

Los dirigentes del PCCh son conscientes del reto ambiental, y del prestigio que se pierde, cuando se comprueba que el espectacular crecimiento económico chino es a costa de todo; la salud pública incluida. De ahí que la nueva política energética, ya diseñada, pero sólo incipiente, se proponga cambiar las cosas.

En la China actual, hay casi obsesión para utilizar el hidrógeno como combustible absolutamente limpio, y se ha entrado con verdadero entusiasmo en las energías renovables: hidrocentrales grandes y pequeñas, eólicas, minieólicas, termosolar, fotovoltaicas, maremotriz, biomasa, biofuel, geotérmica, etc. Hasta el punto de que, como me decía hace dos años en Shanghái un colega chino, un día podría ondear la bandera verde al lado de la roja de la República Popular con sus cinco estrellas. Pero eso, aún va a llevar mucho tiempo, y mientras tanto, por lo menos media generación de chinos seguirá sufriendo los efectos de un desarrollismo energéticamente ineficiente, al que en efecto, hay que poner freno más pronto que tarde.