Alfonso Ussía

Rimas publicitarias

La Razón
La RazónLa Razón

Me han divertido de siempre. «Aféitese la barbilla/ con máquinas de Padilla». Conocí a Juanito Padilla, un madridista que siguió al Real Madrid en sus cinco primeras Copas de Europa. En Cantabria, sobre todo en verano, se consumen toneladas de pipas. «Pipas Facundo», provenientes de los girasoles de la vecina Palencia. En sus bolsas, aparece un toro descabellado y un torero con el verduguillo. Y surge la inspiración rimada: «Y dijo el toro al morir:/ Siento dejar este mundo/ sin probar “Pipas Facundo”». Los pareados publicitarios también se ocupan de la muerte. Así una funeraria colombiana: «Mire bien éste ataúd/ que puede ser para Ud». En su libro «Versos Chuecos», Daniel Samper nos regala los versos de Federico Martínez Rivas, contratado por los laboratorios que fabricaban la «Cafiaspirina». Nos sitúa en un rancho con toda clase de animales domésticos. Don Pancho, el dueño, se mueve cariacontecido y dolorido por sus jaquecas. Los animales comparten el dolor de su amo. Se acuerda, de repente don Pancho, de que alguien le regaló una cajita de «Cafiaspirina», y a ella recurre, y se traga una píldora. La alegría retorna al rancho: «De pronto da un salto/ de tres varas de alto,/ y exclama dichoso, con voz conmovida./ “Mi mula del alma, mi vaca querida,/ mi perro, mi liebre, mi pobre ratón;/ ya pasó mi pena, ya estoy aliviado,/ la “Cafiaspirina”, ¡Remedio adorado!/ ha sido la tabla de mi salvación!»/ Y se arma en el rancho/ un gran zafarrancho;/ bailan como locos el perro y el gato,/ rebuzna la mula; da saltos el pato;/el señor conejo baila un rigodón;/ se muere de risa la vaca barcina;/baila en una pata la alegre cochina;/ y en medio de aquella feliz confusión,/¡Viva –grita Pancho– la “Cafiaspirina”/ ¡La “Cafiaspirina” de mi corazón!» Sencillamente insuperable. Nuestra Señora de Corromoto –ahora Korromoto–, es muy venerada en Guipúzcoa. Un emigrante vasco instalado en Guatemala creó una empresa de construcción de viviendas tomando el nombre de su devoción: «Construcciones Corromoto». Y se anunciaba de la siguiente guisa: «No hay un puto terremoto/ que destruya nuestras casas./ ¡Construcciones Corromoto!».

Leo siempre la columna de Santiago González en «El Mundo». Aporta joyas, además de su talento literario y su alforja de conocimientos. Evoca la infancia de Manuela Carmena en su hogar muy de derechas. Su padre era sastre, y sus clientes adinerados vecinos del barrio de Salamanca, Chamberí o Argüelles. Se anunciaba en ABC, que era un detalle de distinción. Familias monárquicas o instaladas en la comodidad de la burguesía franquista. Franco fue el creador de la clase media en España, el entretejido social que sostiene –o sostenía con anterioridad a Rajoy–, la estabilidad económica de la sociedad. Los clientes del sastre Carmena eran, lo que antaño se denominaba, «gente bien». Un anuncio en las páginas de ABC era más caro que en el «Ya», «Pueblo», «Arriba», «Informaciones», «El Alcázar» o «Marca». Y El sastre Carmena se anunciaba en ABC. Y lo hacía en verso, al uso del ripio. El ripio es el cascote, el trozo de ladrillo, que se encaja a la fuerza en cualquier construcción para dotarla de mayor resistencia. Y escribió Carmena: «Carmena se llama el sastre,/ que viste a la gente bien./ Hace abrigos y hace trajes/ como muy pocos se ven».

Me siento en la obligación de recomendar a su hija, Manuela Carmena, el uso de ripios para alegrar sus pancartas. «Bienvenidos refugiados;/ todos seréis bienvenidos;/ y Por Madrid amparados,/ abrazados y acogidos». O a los del orgullo. «La cinta multicolor/ os recibe con amor». Y si fuera posible, ésta última estrofa: «Carmena, la hija del sastre/ y del rencor adalid/ admite que es un desastre/ que va a llevar al arrastre/ a la ciudad de Madrid».

Cuélguese la pancarta.