José María Marco
Romper con la mentira
Podemos nace de la crisis económica y de la financiación chavista, pero también de un radicalismo instalado en nuestras costumbres políticas porque desde el principio, y muy en particular desde tiempos de Rodríguez Zapatero, lo ha cultivado el PSOE. Es una cultura política que niega al centro derecha legitimidad alguna para gobernar en democracia.
Podemos viene a ser la actualización de ese radicalismo previamente existente, que ni siquiera se vive como tal porque está incorporado a lo más profundo, lo más instintivo de nuestra vida social. Hay un «no» político, pero también ideológico, cultural y estético al centro derecha. Ha dividido la sociedad española y es la atmósfera viciada en la que muchos españoles viven, como si fuera natural. Explica la facilidad con la que los votantes de izquierdas se han vuelto a Podemos en un momento de crisis grave. También contribuye a explicar, más allá del carácter de Pedro Sánchez, su obsesión anti-PP. La inclinación de Sánchez responde a la mentalidad en la que lleva instalado el PSOE muchos años y que, como es lógico y demostraba muy bien la encuesta de ayer en LA RAZÓN, es la propia de los votantes de Podemos.
Resulta comprensible que se diga que una coalición PP-PSOE (más Ciudadanos) sería perjudicial para el PSOE y dejaría a Podemos todo el espacio de izquierdas. Aun así, hay otras consideraciones. La primera, que el esfuerzo del PSOE por seguir fiel al radicalismo le ha llevado a quedar en manos de Podemos. El hijo está en trance de comerse al padre, o el más radical al más tibio. Así que lo más sensato sería distinguirse no por el grado de radicalismo, sino por una posición distinta, leal con el orden constitucional, con la unidad de la nación, con la legitimidad de la alternancia, con la Unión Europea.
Además de esto, ese empeño radical del PSOE, mantenido contra viento y marea, está agotado. Es una posición artificial, que ni responde a una sociedad democrática y abierta ni tampoco a los nuevos retos a los que estas sociedades se enfrentan. Dejarla atrás tendría un coste en lo inmediato, pero pronto le proporcionaría a la sociedad española una seguridad y una energía que beneficiarían a todos, incluido al PSOE. No es malo atreverse a ser lo que se es, sin empeñarse en vivir una mentira rastrera y mezquina. España se merece más que eso.
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