Lucas Haurie
Rosa en la cloaca
Muy oportuno, con su punto simpaticón, el guiño del «speechwriter» de Rosa Aguilar, quien se empeño ayer en sede parlamentaria en justificar el dinero mal habido, y salido de su consejería, por un cuadro del PSOE malagueño. Muchos son los sapos que se traga esta antigua comunista, demasiados como para seguir resaltando su condición de independiente. Ya saben: el director de un chiringuito juntero jamás piso su (presunto) centro de trabajo pero no piensa devolver un céntimo porque cobraba cada mes con toda justicia aunque sus nóminas «no se han acompasado con la denominación del puesto». Toma ya arte, el que hay que tener decir eso sin que se te caiga la cara de vergüenza y el que derrocha quien le escribió la respuesta, introduciendo el concepto de compás en un asuntillo tocante al Centro Andaluz de Documentación del Flamenco. Arsa y olé. Le faltó añadir que los sueldos llegaban con una cadencia rítmica que ni las palmas de Bobote: «Día 28, dos mil euros. Tacatá». «Otro día 28, venga otros dos mil euros. Vámonos que nos vamos»... Y así durante tres años en los que venía realizado «otras funciones encomendadas» que no se han detallado ni se detallarán nunca porque la cruda realidad es que la Administración autonómica opera como una gigantesca agencia de colocación de afectos al régimen. Que algunos de los cientos de miles de cogecosas que pacen en la Junta defiendan este modus operandi se explica porque de algún modo tiene cierta gente que ganarse la vida. Pero es realmente triste que la más que amortizada Aguilar, amamantada en los pechos de un gigante de la ética como Julio Anguita, se preste a este juego por el mero prurito de ostentar un cargo. Pobre traidora, qué bajo cayó.
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