Cataluña

Rosa, la avispilla, y Mas el quemado

Rosa Díez está en alza y Artur Mas, en baja. En privado el presidente catalán confiesa que está «quemado». La creadora y líder de UPyD ha ido abriéndose hueco entre las dos grandes fuerzas nacionales. Su valoración personal asciende en las encuestas. Es radicalmente antinacionalista. Ésta es una de sus características, que le proporciona no pocas simpatías. Si no fuera por su laicismo un tanto trasnochado, heredado de su vieja militancia socialista y alimentado por liberales ilustrados, que produce incomodidad y desconfianza en el mundo católico, podría consolidar su vocación de bisagra como aspiró en su día fugazmente el CDS de Suárez. Ése sería su lugar, atrayendo a gentes valiosas y variopintas de un lado y de otro. ¿Un vuelo corto o de largo recorrido? Ya veremos. De momento está ahí, bien plantada, cantando las cuarenta a los soberanistas de Cataluña y obligando a populares y socialistas a mojarse de una vez en el Congreso de los Diputados contra los planes secesionistas de Artur Mas, «el quemado», y de su mentor, Oriol Junqueras, el republicano feo y soñador. O sea, podemos concluir que Rosa Díez se ha convertido en avispilla o mosca cojonera de unos y de otros, lo que produce evidente incomodidad a todos.

El sueño independentista parece que empieza a desvanecerse en Cataluña. Aparte de este solemne rechazo del Parlamento, sede de la soberanía nacional, el «quemado» Mas ha sufrido graves reveses sucesivos en los últimos tiempos. Fue reveladora la conversación con Felipe González, que le ganó enseguida la posición, y demoledoras otras entrevistas poco complacientes y muy embarazosas en televisión. El clima social está cambiando. El rechazo de Europa ha hecho mella en la población. El manifiesto de los empresarios alemanes y la negativa del Círculo de Economía y de los principales hombres de negocios a bailar el agua a los secesionistas han dejado a CiU con el culo al aire. El desmarque del PSC fue ya un duro revés. Artur Mas se ha quedado solo, con ERC, IC-V y CUP; es decir, está rodeado de republicanos, comunistas arqueológicos, ecologistas radicales y gentes antisistema. No parece una compañía muy tranquilizadora para la amplia burguesía catalana, partidaria del pacto, la moderación y la racionalidad. No es extraño que se sienta quemado. Ni siquiera tiene ánimo, según ha dicho, para adelantar las elecciones en el caso más que probable de que la consulta de otoño se quede en agua de borrajas. Y por si faltaba algo, la avispilla y avispada Rosa Díez le está zumbando hoy en el oído.