Gaspar Rosety

Ruidos y suciedades

La vida me ha enseñado a perdonar y olvidar. Creo que ambas posturas fortalecen al ser humano y lo dignifican. El tiempo se ocupa de colocar a cada uno en su sitio y es bueno saber salir de los lugares que uno ha habitado sin dar un portazo, sin ruido que haga retumbar tímpanos y paredes. Como dice mi admirado Isidro Fainé, y reitera con asiduidad el prestigioso y querido jurista Manuel Medina, «el ruido no hace bien y el bien no hace ruido».

Acabo de leer en Twitter un espléndido artículo de mi compañero y amigo Nacho Cotino, periodista brillante al que un mediocre dejó temporalmente sin trabajo, en el que habla de «El color del dinero», razón que justifica las posturas groseras, insultantes y despectivas que se han producido recientemente entre varias personas vinculadas con el fútbol. @NachoCotino particulariza mientras yo generalizo, para que sea el amable lector quien ponga a su gusto nombres y apellidos. Cada uno en su órbita.

Siempre he pensado que una aplastante mayoría de los ciudadanos son personas honradas, trabajadoras, serias, discretas, prudentes, eficientes y cumplidoras. Y, sin embargo, no hay amanecer que no se despierte con algunas frases malintencionadas, insultantes o degradantes de quienes pretenden erigirse en protagonistas aunque no alcancen la categoría humana necesaria. Puñaladas por la espalda. Soberbios con el humilde, serviles con el poderoso. Bordes y dañinos. Sólo se aman a sí mismos y el color del dinero «cotiniano». Resulta lamentable que cuatro excepciones ensucien una sana convivencia. Necesitamos estabilidad en todos los sectores sociales. Desterremos de nuestra vida cotidiana a quienes pretenden alterarla. A buen entendedor, pocas palabras bastan.