Irene Villa
S.O.S. niños
No sólo la situación no se resuelve, sino que aumenta la violencia y el derecho a la vida no está garantizado. Han aumentado los atentados suicidas de niños de forma alarmante y desproporcionada. Cumplidos ya dos años del secuestro de las 200 estudiantes de Chibok, las noticias que llegan de los países afectados por Boko Haram son terroríficas. La violencia en Nigeria y países vecinos nos deja datos desgarradores. En un año han pasado de cuatro niños obligados a inmolarse, a ser 44 los niños que fueron utilizados como suicidas en atentados contra la población en Nigeria, Camerún, Chad y Níger. Unicef publica datos estremecedores en un estudio en el que también se afirma que en tres cuartas partes de este tipo de ataques suicidas, se utiliza a niñas. En muchos casos, los niños ni siquiera saben que llevan explosivos y que su vida está a punto de terminar y la de las personas que tengan la desdicha de cruzarse en su camino. Encima, en esos países, los pequeños que consiguen escapar de los grupos armados son estigmatizados del mismo modo que quienes nacen como consecuencia de una violación. 1,3 millones de niños se han visto desplazados, unas 1.800 escuelas están cerradas porque han sido destruidas, saqueadas, quemadas o utilizadas como refugios para personas desplazadas. Hay más de 5.000 niños no acompañados o separados de sus padres. En Europa, lamentablemente, este dolor tampoco nos es ajeno, ya que según el último informe de la Comisión Europea, 250.000 niños desaparecen al año. Los ministerios de Interior, Justicia y Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad firmaron recientemente un convenio para aumentar la coordinación para ayudar a las familias de tantas personas desaparecidas como hay, sin causa aparente en nuestro país. En 2015 se abrieron unos 900 nuevos casos de desapariciones, lo que aumenta la escalofriante cifra de unas 10.000 a 14.000 familias que no saben dónde está un ser querido. Por la coordinación de estos dolorosos casos sin resolver y por la sensibilidad hacia los más pequeños y los más desprotegidos, S.O.S.
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