Bruselas

Sanción frenada

La Razón
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Es muy dudoso que, únicamente con las medidas fiscales adoptadas hasta la fecha, el conjunto de las administraciones públicas españolas vayan a alcanzar los objetivos de déficit impuestos por Bruselas para el próximo año. La propia Comisión Europa ha advertido, y sigue advirtiendo, de que nuestro país no se ajustará a sus exigencias a menos que se adopten medidas adicionales. Y, pese a todo ello, las instituciones comunitarias han decidido aparcar definitivamente la congelación de los fondos estructurales a España como consecuencia de nuestro previsible incumplimiento. ¿Por qué? Pues, en esencia, porque ahora mismo España ha pasado a ser uno de los menores problemas de Europa: no ya por el hecho de que nuestra economía crezca mucho más que el resto, sino porque ahora mismo el riesgo de estallido de la Unión Europea y de la zona euro no se hallan en España, sino en países como Italia, Austria, Francia u Holanda. En todos estos países, el populismo de izquierdas o de derechas ha arraigado con fuerza y amenaza no sólo con la voladura de la moneda única, si no también de las instituciones comunitarias. El primer envite será a principios de diciembre en Austria e Italia y el segundo a lo largo de 2017 en Francia y Holanda.

Frente a este preocupante auge del populismo europeo, en España se ha experimentado una contención electoral de las ambiciones populistas ya que somos el único país europeo donde el populismo ha perdido terreno durante el último año y no parece probable que vaya a recuperarlo en el corto plazo. Acaso por ello, desde Bruselas hayan optado por hacer la vista gorda y olvidarse de las desventuras españolas: existen otros problemas mayores que atender y tampoco conviene darle argumentos al populismo patrio aprobando sanciones que, aunque justificadas, serían fácilmente manipulables.

Ahora bien, que la Comisión Europea haya decidido saltarse sus propias reglas y eximirnos de facto de la obligación de cumplir con el déficit en 2017 no debería significar que podamos olvidarnos de semejante misión: la razón fundamental para equilibrar el presupuesto no debería haber sido nunca la de someternos al arbitrio de Bruselas, sino la de dejar de endeudar a los contribuyes españoles de manera imprudente y dañina. Que la Comisión Europea nos vuelva a perdonar no es excusa para continuar endeudándonos. Por desgracia, todo apunta a que no dejaremos de lado tan nefasta práctica: el populismo europeo se ha convertido en el paraguas de la indisciplina presupuestaria española.