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La Razón
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La FIFA no va a meter la cuchara en el estofado de la RFEF y la Roja estará en el Mundial de Rusia por su excelente clasificación. Sin necesidad de recurrir al comunicado oficial o a una conferencia de prensa, Gianni Infantino se declaró incompetente para intervenir en un asunto tan grave que supuso la dimisión inmediata de su vicepresidente Ángel María Villar y la investigación de siete miembros de la junta directiva federativa dentro de la «operación Soule». El presidente «fifo» consideró tan superficial la cuestión que a la reunión con el ministro Méndez de Vigo envió a la secretaria. La tormenta en un vaso de agua empezó cuando alguien de la Federación –apuntan al presidente en funciones, Juan Luis Larrea– remitió una incendiaria misiva a la FIFA, en la que denunciaba la injerencia del Gobierno español en asuntos que, como la elección de la Asamblea, supuestamente no le competían, y que el «SOS» lanzado al primo de zumosol no tenía otro objeto que presionar para evitar nuevas elecciones. En 2008, Villar utilizó idéntica táctica, Blatter llamó la atención a Zapatero y Ángel María colocó las urnas cuando le dio la gana. Emplear a la Selección y al fútbol español como arietes para regatear a la justicia lo único que puede provocar es penalti y expulsión. La FIFA sabe al detalle lo que se cuece en la sucursal española; anhela la vuelta a la normalidad y un presidente reglamentario que, sin enjuagues, chantajes, trampas ni atajos, acceda al cargo. Un puesto tan goloso que a ver quién resiste la tentación de intervenir en el guiso. Demasiados cocineros.