Restringido

Seis días de enero

Entre el domingo 25 y el sábado 31 de enero me he dado de bruces con la orfandad personal y la orfandad profesional con la muerte de mi madre y de mi patrón. Dejo para mí el desgarro que ha representado la marcha de mi madre, pero quiero compartir con ustedes el vacío que siento tras fallecer José Manuel Lara, a cuyas órdenes he trabajado los últimos doce años. Siempre le llamé patrón porque eso es lo que era, el patrón de un gigantesco imperio cultural y mediático que de su mano ha ido creciendo y renovándose de manera constante, sin un minuto de descanso porque José Manuel no se daba tregua, ni se la daba a los suyos. Su cerebro funcionaba a las mismas revoluciones que una centrifugadora y la catarata de ideas no dejaba de sorprendernos nunca. Innovador, ecléctico y con un corazón que no le cabía en el pecho a pesar de tener una caja torácica de gigante. Gracias a su empuje y su determinación Atresmedia es hoy, de largo, el primer grupo audiovisual de España en el que todos los ciudadanos de este país pueden sentirse cómodos porque en los medios que lo componen la pluralidad esta garantizada. En el terreno personal he tenido la suerte de contar con su apoyo en todo momento, incluso cuando me he merecido algún capón. Tras esa figura imponente se escondía una humanidad contenida pero arrolladora que le llevó a ser un editor global al que las letras españolas de todo signo le deben mucho. Esa cultura y la comunicación han perdido un referente de primer orden y la sociedad catalana y del resto de España, una voz firme en la defensa de la unidad frente al aventurismo independentista. Quedan su obra, su ejemplo y los recuerdos. Gracias, Patrón.