Martín Prieto
Sindicalistas verticales
Entre el post franquismo y la predemocracia, el bueno de Marcelino Camacho quería convencerme de la necesidad de un sindicato único para los trabajadores españoles, incluso renunciando al nombre de Comisiones Obreras, que él fundó: algo así como la Confederación General de Trabajadores, o incluso la UGT socialista, pero todos unidos. Por el respeto que me merecía su biografía no le aduje que si integraba también a los patrones reinventaríamos el sindicalismo vertical del franquismo. Las dos grandes centrales no se han quedado en el franquismo pero sí en la vertical de la última mitad del siglo pasado. El sindicalismo, como extensión del gremialismo, es propio de sociedades articuladas y civilizadas, pero no tiene un significado unívoco ni tablas de la ley. Jimmy Hoffa fue el padrino internacional de los camioneros y desapareció en 1975 en una cita con jefes de la Mafia estadounidense que también controlaban el sindicalismo de los estibadores de los muelles neoyorkinos. Lech Walesa fue el arma del sindicalismo antisoviético polaco. Las Trade Union siguen sin recuperarse del azote de la señora Thatcher. Y el más influyente sindicato europeo es el IGMetal, que procura intervenir lo menos posible en la política alemana, que acepta la prohibición de la huelga general y se financia exclusivamente de las cuotas de sus afiliados. CC OO y especialmente UGT, como nacieron infiltrados en el sindicalismo vertical siguiendo al entrismo trostkista, no han sabido democratizarse optando por la vía del mafioso sindicalismo peronista. Los ERE (asunto más putrefacto que Gürtel-Bárcenas) habrían fulminado a Cándido Méndez con más premura que la PSV a Nicolás Redondo, pero aquél y Fernández Toxo se van a perpetuar tanto que harán de Franco un becario a tiempo parcial. Con estos sindicatos no habrá Ley de Huelga y sí contabilidad surrealista. No se presentan a las elecciones pero quieren legislar. La nomenklatura hiperprofesionalizada sólo paga sus zafiedades con el descrédito y la baja afiliación. Necesitan, los pobres, la ayuda del Estado.
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