José Antonio Álvarez Gundín

Sobran diputados, con perdón

Es difícil de entender por qué Estados Unidos, con 316 millones de habitantes, tiene sólo 100 senadores y 435 congresistas, mientras que España, con un censo de 47 millones, cuenta con 350 diputados y 266 senadores. O nos faltan habitantes o nos sobran señorías. Dada la desproporción entre ambos países no será ocioso preguntarse si la calidad de la democracia dependerá del número de escaños. A bote pronto, no parece que estemos en disposición de dar lecciones a nadie, y menos a EE UU, que como cuna de la democracia parlamentaria valora tanto a los políticos que los selecciona con criterios darwinistas: pocos y letales, antes que muchos y adocenados como ovejas en el redil. A los primeros les mueve el instinto del cazador; a los segundos, la seguridad del pesebre. Aquellos defienden como fieras a sus votantes; éstos, a sus partidos.

Tal vez España debería aproximarse a los usos del parlamentarismo americano. Es posible que no fuera mucha la mejoría, pero saldría más barato. Así lo vio María Dolores de Cospedal cuando decidió dejar en la mitad las Cortes manchegas y suprimir la mayoría de los sueldos. A la izquierda no le gustó la audacia y le acusó de promover un «golpe blando de Estado» con esa manía de confundir el Estado con la nómina. A pesar del exabrupto, a Cospedal le ha salido un par de émulos. En Baleares, José Ramón Bauzá proyecta reducir en 18 el número de diputados autonómicos para ahorrarle al contribuyente más de 12 millones de euros por Legislatura. Y en Madrid, Ignacio González propone dejar en 65 los actuales 129 escaños. Las bancadas socialistas de ambas comunidades todavía no les han llamado «golpistas», pero tienen toda la pinta de que se resistirán al desahucio encadenándose a los escaños. Grave error. La regeneración política, tan necesaria a derechas e izquierdas, pasa también por achicar el tamaño de los Parlamentos y por ajustar la representación ciudadana a proporciones razonables. Carece de toda lógica, por ejemplo, que entre Murcia, La Rioja, Cantabria y Asturias sumen 162 diputados para dos millones y medio de habitantes, mientras que los 38 millones de californianos están representados por sólo 140 congresistas. La comparación también es pertinente con Cataluña, Andalucía o Extremadura, que entre las tres costean a 309 diputados autonómicos. Y con las Cortes cabe decir lo mismo: visto lo visto en estos 30 años, ¿alguien puede creer que son absolutamente necesarios 616 parlamentarios nacionales para mantener viva la llama de la democracia? Seguramente con la mitad estaríamos igual de iluminados y un poco menos esquilmados.