Alfonso Ussía

Sobre el Jándula

La Razón
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Dos días en Sierra Morena, en el campo generoso del gran amigo. Hallazgos. Que Judas era más bajo que una chincheta. Análisis en el propio sitio. El árbol de Júpiter, también llamado de Judas, porque en uno de ellos se ahorcó. Un árbol que en 30 años de crecimiento apenas supera los dos metros y con ramas frágiles. Mi amigo y yo hemos intentado recomponer el suicidio de Judas y los dos fracasamos rotundamente, sin vuelta de hoja. Si uno se cuelga de una rama, los pies tocan el suelo sin esfuerzo. Si se hace desde lo alto del árbol, el tronco no soporta el peso. Hemos decidido, que además de muy bajito y magro, Judas Iscariote, de los Iscariote de toda la vida, generó su rencor y mal carácter por los complejos que le originaba su diminuta estatura. No está confirmado, pero el resto de los apóstoles le denominaban «el chincheta», y de ahí le vino el veneno que le llevó a la traición. No fue la codicia de las monedas romanas la que le convirtió en traidor. Fue su condición de pigmeo, renacuajo y peoncín. Un enano con muy mala leche.

Cumplí con el deber de gratitud al que todo buen español está obligado a culminar una vez, como poco, en su vida. Visitar el Santuario de la Virgen de la Cabeza, síntesis del heroísmo de la Guardia Civil. Allí resistieron al mando del capitán Cortés el asedio. Allí, a medida que caían los guardias civiles, sus mujeres tomaban las armas y defendían la posición. Nadie ha querido producir una película de aquella gloria heroica y humana, porque el cine español es una media naranja podrida de sesgo, injusticia y mentira. Para alcanzar el Santuario de la Virgen de la Cabeza, hay que ascender por un puerto de veinte kilómetros y tomas tantas curvas como días del año tiene. Son 365 curvas. Se atraviesa el Jándula, el río de los monteros y los serranos, tan bien cantado por Jaime de Foxá en su «Solitario» y la Salve de los Monteros. «Dios te salve, Virgen de la Cabeza»...

Desde el Horcajuelo nueve curvas más. Ya en el tramo final, Lugar Nuevo y La Virgen, el descanso de Luis Miguel Dominguín y Rosario. Más allá, el «Risquillo». Encinas y pinos, madroños, jaras, coscojas y acebuches. Siete advertencias a los automovilistas de precaución avisándolos de posibles encuentros con ciclistas. Y diecisiete anunciando el paso de los linces. Los linces mejor tratados que los ciclistas, según mi humilde comprobación. Arriba, el Santuario, el cuartel de la Guardia Civil, las casas de las cofradías. Andújar, Sevilla, Torredonjimeno, Puertollano... El día de la Romería, en carros, a caballo o a pie, asciende desde Andújar, vía La Parrilla y los Rubiales, alrededor de un millón de peregrinos. El poder de convocatoria de la Virgen de la Cabeza unido al recuerdo de la gesta de la Guardia Civil hacen estos milagros, desconocidos o amargamente ignorados en el resto de España. El paisaje desde lo alto, con toda la sierra de Andújar, la joya de Sierra Morena ofrecida a la mirada resulta estremecedora. Linces, jabalíes, venados, gamos, muflones. En el cielo, buitres. En Sierra Morena viven y vuelan miles de buitres, sagrados para los chupatintas de Bruselas y los ecologistas modelo «sandía», muy verdes por fuera y más rojos por dentro. Terminarán obligándonos a dormir abrazados a los buitres que sufran depresión o melancolía. Vigilancia de carriles nocturnos con Emilio «Gazpacho», Paco y Juan. Y el paso de Juanillo al trote rumbo a las cuadras y el gauadarnés. La copa con Luis cuando del monte cerrado bajan las reses a las dehesas movidas. La tortilla de patatas de Charo, siempre insuperable. El rellenito de Pedro. La gracia natural y joven de Micaela. El paraíso. Cuando abandono Sierra Morena dejo allí parte de mi alma, que recupero en el retorno.

Y los hallazgos. Judas era un «chincheta» y en el Santuario se respira devoción y heroísmo. Por nuestra parte, Mariano al volante, ciclistas y linces sin novedad. Jándula arriba, Jándula abajo.