Alfonso Ussía
Tabú
Aunque a muchos les duela, la libertad de expresión y opinión está en España relativamente garantizada. Y la libertad de información, más sujeta y esclava de intereses y pactos. No obstante, al cabo del tiempo, surge la verdad y se disuelven las nubes. Pero existe un sector en nuestra sociedad donde la verdad, la información veraz y la independencia crítica son tabúes insalvables. Me refiero al fútbol. Cárcel opaca con la verdad prisionera.
He leído con interés las palabras de Florentino Pérez, Presidente del Real Madrid. Se sabía –como buen argentino no calla–, que Di María se había creído más de lo que es y aspiraba a cobrar más millones de lo que merecía. Desde que lo contrató el Real Madrid no cejó en su empeño de mejorar sus condiciones. Creo que el Real Madrid ha culminado con su venta al Manchester United una gran operación. Ahí, enhorabuena. Pero no dice la verdad Florentino Pérez cuando se refiere a Casillas. El Real Madrid, y Florentino Pérez a la cabeza, están hartos de Casillas. Ha sucedido simplemente, que a pesar de la influencia de su representante, ni un sólo club de España, Europa y el mundo –ni los derrochadores de Qatar, Kuwait y otros golfos del Golfo–, se han interesado por contratar a Casillas. Ninguna oferta. Sí la hubo por Diego López, torturado durante dos años por un amplio sector de la prensa casillista, y en la actualidad triunfando en el Milan, que no es poca cosa. Se marchó como un señor. Para colmo, el ayudante de Ancelotti en el Real Madrid, Fernando Hierro, es un viejo conocido de los desajustes en el vestuario. Los aficionados, no sólo los partidarios del Real Madrid, están deseando ver a Navas bajo los palos de la portería blanca, que ahora es también rosa, y con dragones, pero pelillos a la mar. Ni Florentino Pérez ni el entrenador ni los directivos tienen poder para enmendar el descenso profesional de quien fue un gran portero y hoy ha dejado de serlo. Hay jugadores que se hacen amigos de los periodistas y otros que prefieren tener a los periodistas en una respetuosa lejanía. Raúl y Casillas son maestros del primer grupo. Xabi Alonso y Arbeloa, como Diego López, pertenecen a la segunda preferencia. Hay futbolistas que se dedican a entrenar con entusiasmo y hay otros que el entusiasmo lo reducen a las manipulaciones internas. Dígalo el señor Presidente del Real Madrid con toda sinceridad: «Casillas se ha quedado porque nadie ha ofrecido un euro por él». Y es lógico, por cuanto el que fue un buen portero del Real Madrid, tiene en vigor un fabuloso contrato por tres años que ningún club del mundo está dispuesto a satisfacer. Vuelvo, como siempre, a Bernabéu: «El que cumpla 30 años será renovado de temporada en temporada». Lo hizo con Di Stéfano, con Puskas, con Gento... Otra cosa.
Y Xabi Alonso, efectivamente, pidió marcharse y el Real Madrid agradeció sus formidables años permitiendo su salida. Xabi también había bajado –no tanto como Casillas–, en su rendimiento. El Bayern es un grande de Europa. La Bundesliga, con la excepción del club bávaro y del Borussia de Dortmund, es mucho menos exigente que la Liga en España. Y a Xabi Alonso no le ha molestado el fichaje de Kroos, que es un recambio natural y perfecto. Le ha mosqueado la recuperación de quienes se dedicaron, en un tiempo, a dividir a los jugadores del Real Madrid. Recuerden aquella campaña odiosa «¡Raúl, Selección!», que tuvo que soportar Luis Aragonés. Puede ser casual, pero desde que Raúl no acudió a la convocatoria, España encadenó tres triunfos que parecían imposibles. Un Mundial y dos Eurocopas. Eso, un buen entrenador y un vestruario sin problemas. Queda Arbeloa, al que los periodistas de Casillas aborrecen por su reconocida simpatía a Mourinho, que con todos sus defectos, supo poner a muchas estrellitas en su sitio. Está bien la amabilidad de Ancelotti, su bonhomía y todas esas vainas. Pero en un vestuario como el del Real Madrid, donde hay más conchas que en las Islas Galápagos, la amabilidad a veces no es el mejor remedio a los males.
Domina el vestuario el que domina a la mayor parte de los periodistas. Es una realidad. La verdad en el fútbol no puede ser un tabú. Y en el caso de Casillas, Florentino no ha sabido romper el dique de la manipulación.
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