Julián Redondo
Tito tiene la palabra
Ha vuelto a Nueva York. El proceso de recuperación de Tito Vilanova continúa «sine die». Ésa es la cuestión, que en una enfermedad como la suya la erradicación no está garantizada y sólo tienen fecha las revisiones periódicas. El Barça está con su entrenador, ha dado muestras de ello. «La continuidad de Vilanova no se cuestiona». Lo ha dicho Rosell y lo ha repetido Zubizarreta en cualquiera de sus comparecencias públicas; lo que no han confesado es su temor, la desconfianza que produce una enfermedad tan grave como traicionera.
No dudan del técnico, de su capacidad, de su instinto de superación, de la lucha que mantiene por salir airoso del trance y de los sacrificios que comporta. A Tito le arropan y le cuidan. Y le defienden de las voces que se levantan y exigen una alternativa deportiva frente a una baja temporal que no está del todo desterrada. Pero lo que de verdad da miedo en can Barça es ese cáncer de la glándula parótida, envuelto en llamativos fulares «que ojalá no tuviera que ponerme», protesta Tito; un tumor que, cuando parecía vencido, extirpado y casi olvidado, ha vuelto sin que nadie, maldita sea, le llamara. Ha estado ahí y puede que aún esté.
La preocupación en el Barcelona por la salud de su entrenador es lógica, comprensible, plausible y admirable. El Barça no es un centro de acogida, es una empresa cuyo núcleo promotor, el que marca sus índices de éxito y supervivencia, es el fútbol. No hay dudas sobre la capacidad de Tito, que ha ganado la Liga en la primera vuelta, una vuelta sublime, cerrada con un solo empate; lo que perturba es la segunda y los daños colaterales, sendas goleadas encajadas contra el Bayern en la semifinal de la Liga de Campeones. Por eso el club no deja de pensar en alternativas para el banquillo, no en el bueno de Jordi Roura. Pero sólo si Vilanova da un paso a un lado, se orilla, el Barcelona le buscará un sustituto. Ojalá Tito pudiera garantizar que ha vencido al cáncer. Mas no puede. Mientras, técnicos como Valverde o Luis Enrique esperan una llamada. Es humano.
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