Julián Redondo

Todavía va más

La presencia de Artur Mas en el palco del Camp Nou es síntoma de relativa normalidad institucional. Aclaro, en el partido que Barça y Real Madrid disputaron el año pasado en el Palau con la Liga Endesa en juego, a Bartomeu le hicieron el vacío las autoridades autonómicas porque entonces se desmarcaba del jaleo independentista y felicitó en la web del club a Felipe VI por su coronación. Después, ha coincidido el descenso de la fiebre soberanista con su imputación por el «caso Neymar» y se ha sentido tan agobiado que ha aludido al recurrente y estomagante centralismo para encontrar una justificación a su frágil situación al frente del club. Por un lado, los tribunales; por otro, Laporta, que amaga, pero no da, y las encuestas que le auguran en las elecciones un porvenir más negro que el de Alonso en McLaren-Honda. No obstante, el liderazgo en la Liga y el avance en «Champions» le concedían un respiro; pero no hay tregua. Apenas descorchadas las botellas de cava por la victoria en el Clásico, las burbujas se evaporan en un santiamén porque el fiscal tarraconense José Perals ha propuesto al juez Ruz condenas durísimas para él y para su antecesor. Cifrado el coste total del fichaje en 94,8 millones de euros, las sanciones a las que se enfrentan, sin que el Barcelona pueda eludir el cerco, ascienden a 62 millones de euros, más penas de cárcel, después del descubrimiento de 13 contratos. En el peor de los casos, el coste total del fichaje de Neymar podría alcanzar los 181 millones de euros, una burrada tan alejada de aquellos 57,1 «y punto» anunciados jactanciosamente por Sandro Rosell antes de dimitir. El empeño por ocultar el precio real del futbolista y lo arrogante del gesto para atizar al Madrid en las narices, ha metido en un callejón sin salida a Rosell, a Bartomeu y, lo que es peor, al Barça.