Ley de Transparencia

Transparencia

La Razón
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La lucha por la transparencia es una constante de las democracias avanzadas. Habitualmente son las izquierdas las que hacen de su permanente reclamación un elemento de programa, bien está, pero en España ha sido el Gobierno del PP el que ha alumbrado un portal digno de tal consideración. Allí se recogen contratos, concursos y todos esos tostones que tiene la administración para su funcionamiento y para que investigadores y periodistas echen horas y horas en busca de algo para terminar en el aburrimiento y la nada. Entre otras cuestiones porque un contrato de carreteras tiene la vida informativa de un canto rodado y descubrir pelotazos es tarea de entomólogos de pulso fino. Por eso el periodismo patrio saludó el Portal de la Transparencia moviendo la puntilla que festonea el visillo para ver quién cobra más. Así que satisfecha la curiosidad de la nómina del vecino y echados unos juramentos «cagonlá sinohacenná» la transparencia volvió a ser una aspiración permanente, casi casi como el bien de la humanidad, la reforma de la Formación Profesional o el fin de la crisis del teatro. Quizá hubiera aliviado el barro político del «caso Soria» una cierta publicidad de este tipo de procesos que llevan a un alto funcionario a un «puestazo», pero de estos cuartos oscuros nos acordamos cuando se prende fuego el pajar. Por muy deprisa que vayamos siempre nos quedará un trecho enorme para alcanzar a EE UU. El país de los vuelos secretos de Guantánamo o del «Watergate» anda ahora en materia de transparencia por los entresijos de los presidenciables. Trump y Clinton, sus equipos, sus voceros y sus galenos, van camino de hacer públicos los informes médicos. Después del vahído de la candidata la salud no sólo se ha convertido en argumento electoral sino en objeto de demanda pública. Ya no enfrentan programas el combate está en el hígado, en las tripas incluido el intestino grueso sin su final. ¿Dónde está el límite? Desde luego no está en el tipo de pruebas, que pueden ir de las radiografías a los análisis de orina. El límite estará en la corrección política que en aquel país tiene guardianes de hierro. Así que nos enteraremos de todo excepto de hipotéticas gonorreas, hemorroides y demás elementos que anidan en esas partes que Facebook censura y el sistema siempre deja a cubierto. Este extremo dice poco de la calidad democrática y de la regeneración. Deja la transparencia y otras necesidades de nuestros sistemas, que las hay, en el campo del espectáculo, la burla y la humillación. Campo abierto para que el populismo, ya sembrado, eche raíces... sigamos riendo las gracias hasta que nos quedemos con la sonrisa congelada.