Cristina López Schlichting
Tres muertes
Supongo que Halloween es un intento de exorcizar la muerte. Disfrazados de vampiro o de bruja, los niños aprenden a reírse del terror. Me parece comprensible y divertido, pero no sustituye el ejercicio de pensar en el destino de una, por ejemplo el día de Todos los Santos. Mi abuela decía que en noviembre y aledaños muere mucha gente, porque se barrunta el duro invierno. Creo que tenía razón, porque llevo tres óbitos en dos semanas, todas muertes tempranas. Cabría pensar que la Parca nos iguala, pero no es verdad, ninguna de las tres muertes que menciono se parece. Mi amigo de 65 se murió sin saberlo, de un colapso y durmiendo, una forma envidiable de no enterarse de nada. Mi amigo de 43 tampoco supo gran cosa, en este caso porque su familia tenía tal temor que no le reveló la gravedad de su tumor. Lo rodearon de una cortina piadosa que le impidió saber nada. Disfrazaron el veredicto médico, alejaron a los amigos, proyectaron esperanza donde no la había. En el extremo opuesto ha estado mi amiga Sonia, de 77. Tenía un temperamento de mil diablos y nos las hizo pasar canutas muchas veces, arrancaba chispas del cielo cuando se ponía de mala leche. Hace dos años le dieron seis meses de vida y se enfrentó a la noticia como un Mihura, miró a su Dios y lo desafió, menuda era ella. Y algo pasó. Antes del verano me dijo: «Cristina, he sido tremenda, pero ahora...ahora estoy alegre. Por fin estoy en paz. He tenido una vida maravillosa, he disfrutado y viajado, tengo unos hijos que me cuidan con todo amor...me voy agradecida y satisfecha». Les juro que yo no daba crédito. La mujer irradiaba tranquilidad y satisfacción. Hemos buscado ansiosos su compañía estos últimos meses, porque nos ayudaba extraordinariamente a vivir. Sigo preguntándome cómo ha sido posible una transformación tan bella, tan manifiesta. Se convirtió en la madre más dulce y compasiva, la que todos soñamos; su ex marido la visitó y se perdonaron mutuamente, se despidió de todos, recibió los sacramentos y expiró con una sonrisa. Dice su hija que algo extraordinario flotaba en su habitación en ese instante. En el funeral nos había dejado un mensaje, había elegido personalmente cada uno de los cantos y las lecturas, que fueron un consuelo, una caricia desde el más allá. A mí, qué quieren, de las tres modalidades, me gustaría morir como Sonia, si Dios me da la fuerza que no tengo y la gracia necesaria. No sabemos lo que hay al otro lado, pero la gente con fe atraviesa el umbral de modo que a todos nos sirve de esperanza. Por eso es tan cruel quitarle siquiera un crucifijo o una virgencita a uno que fallece, o al que llora a su lado. Porque esos abalarios, tan humildes, contienen un mensaje que el vacío y el silencio no pueden reportar. Feliz Día de Todos los Santos.
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