María José Navarro
Un santo
Hay un señor cordobés que vive en la República Centroafricana, el quinto país más pobre del mundo. Se llama Juan José Aguirre y desde hace unas pocas semanas respira más tranquilo. Aguirre vive en Bangassou, y es el obispo. Iba para médico de postín pero un día sintió esa cosa que sienten sólo unos privilegiados y decidió dejarlo todo para ayudar en el peor de los escenarios. Así que se fue a una diócesis que ocupa lo mismo que su Andalucía, pero no tiene ningún kilómetro asfaltado, no tiene luz eléctrica, pocos teléfonos. Lo que abunda es la gente necesitada. Así que allí se fue Aguirre, con su barba, su cruz de madera y su aplastante generosidad. Ha montado un orfanato, una casa de acogida para niños que han perdido a sus padres a causa del SIDA, atiende hasta el último instante a madres con el VIH, se ocupa de las abuelas que se hacen cargo de los nietos huérfanos, proporciona medicinas a bebés enfermos y a ancianos abandonados y de vez en cuando lleva a algunos amigos oftalmólogos que operan de la vista a venerables abuelitos.
Y además, recibe a refugiados de otros países, ampara a los leprosos, a los que sufren la malaria. Ha montado escuelas, guarderías, farmacias rurales, y aún así, le falta de todo. Porque de vez en cuando se lo arrasan. Omito los detalles del sufrimiento que observa. Ahora respira más tranquilo, a la espera del siguiente indeseable que le mande el Gobierno del país. Es un santo. Les juro que es un santo. Y es una bendición conocerle. Hoy es el día del Domund. Hay muchos Aguirres sueltos. Insisto: hoy es el día del Domund. Ahí lo dejo.
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