María José Navarro

Una de propios

Una de propios
Una de propioslarazon

El día de la huelga general, un simpático funcionario del Cuerpo Nacional de Policía le atizó un alegre porrazo en los riñones a mi compañera Ana Pastor. No es la Ana Pastor por la que pregunta Rafael Correa, hojaldre. Estaba ella tratando de contar para la Cadena Cope lo que sucedía en la Plaza de Cibeles de Madrid a plena luz del día y antes de comer cuando, de manera inesperada, se llevó un latigazo en la espalda. Cuenta Ana que en ese momento no pasaba absolutamente nada. Unos minutos antes, es verdad, algunos sindicalistas corrían, pero los antidisturbios, lejos de usar la defensa sin contemplaciones, se mostraban amables con los congregados. De pronto, y con la escena casi disuelta, zas, palito en la espalda. Más que el dolor, lo que fastidia en estas situaciones es la cara de idiota que se te queda. Y también permanece la rabia. La misma que imagino en los padres del chaval de trece años de Tarragona que lleva cinco puntos en la cabeza o de la joven de dieciséis que le protestó a los Mossos al ver al chico sangrando y que también fue aporreada simpáticamente. Creerán Vds. que éste es un escrito en contra de la Policía y, sin querer faltarles al respeto, perdonen si les digo que se equivocan. También una tiene algún amigo de uniforme que insiste en que se denuncien los abusos y que se rebela cuando ve las imágenes. El mismo cabreo que llevan o deberían llevar los manifestantes pacíficos al contemplar cómo acaban últimamente estas cosas con los profesionales del lío que no se pierden una. Como diría el clásico: al suelo, que vienen los nuestros.