José María Marco
Una estupidez mantenida
Las elecciones del 20 de diciembre marcaron una nueva etapa en la ya no tan joven democracia española. Se habían terminado las posibles veleidades con los nacionalistas, que se han quitado el disfraz de moderados y han jugado la carta del independentismo. También había surgido una nueva fuerza política como nunca antes la había habido: antisistema, anticonstitucional, de inspiración totalitaria y populista.
Las dos novedades llevaban por pura lógica a un entendimiento entre los grandes partidos constitucionales. También estos habían variado. Ni el PSOE representa ya casi todo el centro izquierda, ni el PP representa tampoco el conjunto del centro derecha. Quizá por la debilidad que esto ha revelado, los dos grandes partidos no han sido capaces de ponerse de acuerdo para hacer lo que era su deber. En cualquier caso, la responsabilidad recae directamente sobre los socialistas, encerrados en una actitud infantil pero bien alimentada desde los 70: aquella según la cual el centro derecha español no tiene derecho a gobernar. Lo que hasta hace poco fue una pose propagandística los nuevos se lo han acabado por creer.
Las consecuencias de una estupidez mantenida tanto tiempo se han dejado ver ahora. En realidad, estamos en la adaptación de las costumbres políticas a una nueva situación. La palabra nacional, y todo lo que de ella se deriva –consenso, diálogo, negociación–, cobra más fuerza, más entidad.
Mientras los partidos políticos no lo comprendan y no entiendan el significado de lo que es una demanda de fondo de la sociedad española, seguirán sin ser capaces de cerrar un ciclo acabado y empezar el nuevo. Lo que ha ocurrido era de esperar, dados los tabúes y los prejuicios que han pesado sobre nuestra vida política. A ver si una vez hecha la experiencia del bloqueo las cosas cambian.
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