Independentismo

Una huida hacia adelante

La Razón
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La fiesta empezó mal. La lluvia deslució los actos institucionales del sábado por la noche y el Barça perdió a pesar de gritar independencia en el minuto 17.14. Estos tropiezos iniciales no hicieron mella en los líderes independentistas –con la televisión y la radio públicas en papel de agitadores, entrevistando durante horas a entusiastas partidarios de la independencia que asistían a los diferentes actos– que presentaron la Diada de 2016 como «la última Diada» –autonomista se entiende– en palabras de Oriol Junqueras. El objetivo, mantener la ilusión colectiva de que la independencia está a un paso. Así lo dijo el Presidente, Carles Puigdemont, en una entrevista en el diario ARA «Cataluña está al final del proceso y hace falta mucha serenidad para culminarlo».

A pesar de estas palabras, que pretenden «animar» al desanimado elenco soberanista, Puigdemont camina en la ambigüedad calculada. En su discurso institucional, no fue más allá de decir que es «España la que ha desconectado de Cataluña». Del referéndum unilateral ni palabra. El president no desveló absolutamente nada de sus intenciones. Sólo dijo que tomaremos decisiones, «lo haremos desde el gobierno, desde el Parlament, dialogando, pactando y votando, siempre junto a la gente». Su vicepresidenta, Neus Munté, fue la más explícita en una entrevista en la Cadena Cope «el referéndum unilateral no está en la hoja de ruta».

Puigdemont mantiene esta ambigüedad por la desunión –todavía escuece el acto del viernes 9 de ERC junto a Podemos y la CUP– y por la desconfianza hacia, los que en teoría son sus aliados. No se fía de ERC que quiere llevarlo literalmente al fracaso para asumir el liderazgo del independentismo. Quizás, incluso, dejando en la cuneta al Partit Demòcrata, y juntándose con otras fuerzas. La CUP plantea el referéndum para provocar al Estado español. Según Quim Arrufat, el líder del Secretario Nacional, el referéndum debe convocarse para «hacer entrar en contradicción antidemocrática al Estado para que recurra a algún tipo de fuerza legal y hasta la fuerza bruta». De esta manera, con la «fuerza bruta» el líder cupero piensa que la independencia quedará «legalizada» desde el punto de vista internacional.

En esta situación compleja y desquiciada, Puigdemont ha movido pieza anunciando un nuevo paso adelante ante un reducido auditorio: los corresponsales extranjeros. Los reunió para decirles que el día 28, el día que se vota su moción de confianza, anunciará que propondrá a España «una fórmula de referéndum pactado» y que convocará elecciones constituyentes «en la Diada de 2017». No ha desvelado nada más. ¿Qué hará si la CUP no le da la confianza por renunciar al referéndum unilateral? ¿Cómo pretende que España acepte esta nueva propuesta de consulta «legal y acordada»? ¿Si fracasa su propuesta, si es rechazada, será la excusa para convocar una consulta unilateral? ¿Es una propuesta consensuada con el líder de ERC, Oriol Junqueras? Con quién sí parece hacer consultado es con Jordi Sánchez, líder de la Asamblea Nacional Catalana que dijo «hemos de consolidar la unión para conseguir un referéndum no más allá de 2017». A pesar de estos interrogantes sin respuesta, el presidente catalán ha afirmado que en julio convocará elecciones constituyentes y que su gobierno estará en funciones en la Diada del próximo año, aunque con los deberes hechos: el Parlament habrá aprobado las leyes de desconexión para dar vida a «la República Catalana».

En la calle, oyendo los discursos, la «República Catalana» está a la vuelta de la esquina. En la propuesta de Puigdemont se denota que esa esquina se aleja un poco más. En la calle, miles de manifestantes acudieron a las manifestaciones ajenos a los movimientos del presidente de la Generalitat, a las discrepancias políticas y a la desunión. Esperan la victoria final que hasta ahora no ha tenido los éxitos esperados. Fueron los únicos catalanes que ayer existieron. La televisión pública, y los medios subvencionados, enmudeció a los catalanes que no comulgan con «la fe independentista».

Colau también estaba en la manifestación dejando claro que reivindicaba «el soberanismo popular» y poniendo tierra de por medio con el «referéndum unilateral», rodeada de gritos por la independencia, por si no sabía dónde estaba. También juega a la ambigüedad con la esperanza de «robarle la cartera» al soberanismo. La que lo ha dejado claro es la alcaldesa de Santa Coloma, Núria Parlon, que aspira a liderar al PSC. En una entrevista en «El País», ha afirmado que «la consulta legal y acordada ya no tiene espacio porque sólo se quiere consultar sobre la independencia». Puigdemont, con su propuesta, pide otra vez tiempo para el proceso soberanista. Lo hace sacando «pit i collons» –pecho y cojones–. Xavier Doménech, el líder de En Comú Podem le contestó: «La consulta se plantea como un debate de pit i collons, i los debates de pit i collons no acaban bien».