Pilar Ferrer
Una rota amistad
Se conocieron e intimaron en Madrid, donde ambos asistían a un curso en la Escuela Judicial. Uno de ellos, Pedro Horrach, procedía de una familia acomodada de Sa Pobla, Mallorca, donde eran muy apreciados. El otro, José Castro, funcionario de prisiones, llegaba a la carrera judicial desde esferas más humildes. El destino les hizo coincidir en el Juzgado número tres de Palma de Mallorca, donde todos insisten en que su relación era óptima. Hasta que se cruzó el «caso Palma Arena» y sus derivaciones, que han dado al traste con una amistad ahora ya truncada. Pedro Horrach fue un fiscal implacable con Jaume Matas. «Usted presume de ser un buen gestor, desde luego, de su propia imagen», le espetó con dureza en su primer interrogatorio al ex presidente del Gobierno balear. Después, el devenir del «caso Nóos» y la imputación de la Infanta Cristina resquebrajaron drásticamente una amistad con el juez Castro. Tal vez, nunca un fiscal ha llegado tan lejos en sus acusaciones hacia su antiguo amigo. Con Castro ha compartido una pasión común, las motos, y era habitual verles juntos por alrededores de la isla, cerca de Andraitx, en plena velocidad. Hoy, las cosas han cambiado. Casado con una vasca de pro, Ana Zacher, y padre de una hija que estudia Medicina, porque él le desaconsejó que estudiara Derecho, Pedro Horrach es el antídoto de quien fuera su gran amigo. En los locales palmesanos donde tanto se les veía juntos, todos coinciden en que su enfrentamiento jurídico acarrea también el personal. Es, en toda regla, una amistad rota, quebrada ya sin remedio.
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