Enrique López
United States, ¿quo vadis?
Sheldon S. Wolin, filósofo y politólogo norteamericano, destacó por sus reflexiones sobre la degeneración del sistema democrático, a la cual denominó «totalitarismo invertido». Decía que este deterioro «busca anestesiar a los ciudadanos desde el poder para mantenerlos en estado permanente de irresponsabilidad y que la democracia se disuelva, reducido el papel ciudadano a votar cada cuatro años en espectáculo mediático». Entendía que este sistema requiere ciudadanos atemorizados que se muevan por emociones e impresiones, no por razones y juicios, en definitiva, unos ciudadanos desmovilizados que dejan campo libre a la clase política para que haga lo que le dé la gana. Mas este proceso necesita de lo que se denomina la infantilización de los ciudadanos para que sean manipulables, contribuyendo a ello los medios de comunicación que no informen con objetividad. Pero al margen de esto, algo raro está ocurriendo en Estados Unidos, y no me refiero a la victoria de Trump, victoria democrática conforme a las reglas, sino a todo lo que la ha rodeado y sigue produciéndose en torno a la misma. En primer lugar, hubo un intento para que los electores republicanos no votaran a Trump en el colegio electoral, incluso llegando a los tribunales, algo que es cuestionar las reglas del juego, por anticuadas que parezcan. En segundo lugar, se está produciendo un especial traspaso de poderes, en cuyo transcurso el Presidente Obama ha alertado sobre las amenazas que se ciernen sobre la democracia, advirtiendo que va a encabezar la oposición democrática al nuevo Presidente, algo excepcional en la política norteamericana. En tercer lugar, se ha producido un discurso del nuevo Presidente, que ha generado innumerables comentarios, y sobre todo preocupación. Estados Unidos es un país joven con la democracia moderna más antigua del mundo, el primero donde se estableció el modelo político del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, y que, en principio, no tenemos por qué dudar que esto no va a seguir siendo así; pero el ambiente es extraño, y se muestra muy enrarecido con las noticias que sobre presuntas actuaciones de servicios secretos se están produciendo. Hemos de tener confianza en la fortaleza de la democracia norteamericana, y ello, no sólo pensando en el pueblo norteamericano, sino en el mundo, puesto que lo que ocurre en Estados Unidos tiene un reflejo en el resto del orbe, sin olvidar el papel protagonista de Rusia. La diplomacia de Moscú ha barrido a la norteamericana en los últimos años, ganándole en la mayor parte de los conflictos internacionales. Un país como Estados Unidos tiene instrumentos y reglas suficientes como para mantener en buen estado de salud su democracia, y debemos confiar en su cabal y racional ejercicio. Pero no cabe duda de que podemos estar asistiendo a una alteración paradigmática que, sin ser un cambio radical, propicie una nueva situación a la que hay que estar muy atentos, y en la que problemas de orden regional, como por ejemplo el de Cataluña dentro de España, pueden terminar siendo irrelevantes.
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