Historia

Ángela Vallvey

Uno más

La Razón
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Los caminos por los que se accede a la notoriedad son procelosos. La celebridad cuesta para unos más que para otros. Yo creía que Alexander Fleming había inventado la penicilina, convirtiéndose así en un prócer benefactor de la humanidad. Sin embargo, hace poco he descubierto que hay quien discute su hazaña. Los que ponen en entredicho la autoría de sus investigaciones aseguran que en las antiguas Grecia e India ya se utilizaban compuestos similares, y que los primitivos médicos árabes, además (por supuesto) de los nativos norteamericanos, conocían los secretos herboristas de la farmacología igual de bien, si no mejor, que el científico británico. Prueba de que existe una fuerte corriente contemporánea que presiona sobre el estado de opinión pública para despojar de méritos a figuras (hombres blancos, sobre todo) hasta ahora verdaderos referentes de la historia de la humanidad. A Cristóbal Colón también se le ha quitado el mérito de descubrir América, para empoderar con tal derecho del «descubrimiento» a otros nativos más adelantados (al menos en el tiempo) que el empleado de los Reyes Católicos. La Wikipedia, que se está convirtiendo en la notaría ordinaria de la historia, reparte propiedades a los anónimos mientras se las sustrae a quienes detentaban tales privilegios. Como un ejército de clones del Robin Hood más socialmente correcto, se está reescribiendo rápida e insistentemente una nueva versión del pasado en la cual las grandes figuras occidentales comienzan a diluirse, rebajándose su importancia, para distribuir equitativamente sus peculiaridades y logros entre la masa anónima.

En estos tiempos, sobresalir está mal visto. La autoría atraviesa pésimos momentos. Inventar, crear, producir, ser original... ni siquiera es rentable. Hoy, incluso los logros de la ciencia suelen ser producto del trabajo en equipo y dependen más de las dotaciones presupuestarias que del talento de los investigadores propiamente dicho. La globalización está dañando la individualidad. Lo público, ganándole la partida a lo personal. Lo mundial vence sobre lo particular. La rebelión de las masas ya ha tenido lugar: el resultado ha sido la sumisión del individuo al grupo. Además, ahora las enciclopedias ya no las escriben los Menéndez Pidal, sino que son incontables Menéndez anónimos quienes redactan entradas para la Wikipedia: así que es lógico esperar que el hombre y la mujer comunes y normales reivindiquen la figura histórica del ser humano corriente y moliente.

Y, dentro de poco, incluso los goles de Lionel Messi serán mérito de la autoría colectiva.