Luis Alejandre

Veranear en los peñones

Hemos dedicado las últimas tribunas de este cálido verano a las gentes de armas que sirven en el exterior, en condiciones de lejanía y sacrificio especiales. Recordamos a los marinos de la «Numancia» a los pilotos de Djibuti o a los instructores de Mogadiscio o Malí. Otro día recordaremos a los que están en pleno traslado entre Qala i Naw y Herat, allá por el noroeste de Afganistán, del que dan rendida y emocionada cuenta los enviados especiales de LA RAZÓN Fernando Cancio y Javier Fernandez-Largo. Debo confesar que siento una sana envidia por ciertos trabajos de los periodistas, como en este caso.

En tierra extraña, a uno le falta la cercanía de sus seres más queridos y no tiene las comodidades de nuestra vida moderna: ni se ducha cuando quiere o lo necesita, ni come sus platos preferidos, ni tiene un bar en la esquina o un chiringuito donde tomarse una cerveza fresca. ¡Están las playas de Somalia o las calles de Qala para chiringuitos!

Hoy quiero recordar a los soldados del Ejército que veranean en los destacamentos militares de Chafarinas –islas de Isabel II, del Congreso y del Rey Francisco–, Peñón de Vélez de la Gomera y en las Islas de Alhucemas –Peñón, isla de Tierra e isla de Mar– pertenecientes a la Comandancia General de Melilla. No tienen la aureola de las misiones internacionales pero encajan también el esfuerzo de vivir en espacios reducidos y en condiciones, yo diría, no cómodas a pesar de la sencilla aunque buena dotación de sus instalaciones. Una vez al mes, relevo en helicóptero y hasta el mes próximo. Vélez de la Gomera con 500 años de soberanía española a sus espaldas, está cubierta por el Grupo de Regulares nº 52 ; la mayor y habitada de las tres islas de Alhucemas por el Regimiento Mixto de Artillería nº 32 y en la isla de Isabel II del pequeño archipiélago de las Chafarinas por una sección del Tercio «Gran Capitán» I de la Legión, unidades, las tres, basadas en Melilla. A las Chafarinas llegó hace unos años en extraño viaje desde el Atlántico, una foca monje que fue durante un tiempo noticia importante; no obstante el valor ecológico del archipiélago lo dan las aves migratorias, de ahí que haya sido declarada como Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA).

Sirven, se adiestran, vigilan, socorren. Estas islas y peñones se han constituido en una de las puertas de entrada en España de la emigración ilegal, dada la facilidad de acceder a ellas. En lo que va de año se han producido una veintena de desembarcos consumados y socorridos y cerca del triple canalizados hacia otros organismos. Sirven también de aviso importante para detectar el tránsito de planeadoras portando contrabando de tabaco o drogas. Todo un mundo englobado en una misión en la que se coordinan unidades de transmisiones, logísticas, de Sanidad Militar, de helicópteros y radares de exploración, con las necesarias fuerzas de reacción.

Un centenar largo de españoles custodian estos entrañables trozos de nuestra Historia, vigilantes y atentos en un Mediterráneo convulso en el que las diferencias sociales y económicas entre sus bordes norte y sur, producen y seguirán produciendo alteraciones. Ahora no se neutralizan nidos de piratas, pero la explotación del hombre por el propio hombre –las mafias que trafican con subsaharianos, o con droga– sigue produciendo desequilibrios que hay que prevenir y en lo posible paliar. Las islas, como punto intermedio en el tránsito de embarcaciones, suponen muchas veces un punto de refugio ante los fuertes vientos dominantes. La Policía Nacional y la Guardia Civil cuentan por tanto con informaciones de «avistamiento» de embarcaciones sospechosas de tráficos ilegales.

Tienen mar, tienen sol, incluso tienen algo de playa. Pero su veraneo no tiene nada que ver con el nuestro. Al igual que sus compañeros en el exterior, hacen bien lo que tienen que hacer, conscientes del valor de su misión. Y cuando tienen que socorrer, no juzgan, sino socorren. No les mandamos corresponsales de guerra como a los de Herat o Mogadiscio, pero reconocemos y valoramos su esfuerzo, aunque nos duela que la sociedad española no sea consciente de que la seguridad es cosa de todos, que forma todo un conjunto o malla en la que cualquier nudo por sencillo que sea, tiene su importancia.

Estos, nuestros soldados , que sirven en Chafarinas, Alhucemas y en el Peñón de Vélez, por supuesto la tienen. Y les deseamos –dentro de lo posible– un feliz verano.