José Antonio Álvarez Gundín

Vuelve «El emigrante»

«Adiós mi España querida, dentro de mi alma te llevo metida» cantaba Juanito Valderrama con la desgarrada melancolía de una España en blanco y negro que tiritaba en los andenes. Aquella copla acompañó, a veces como único equipaje, a los millones de españoles que en las décadas de los 50 y los 60 pusieron rumbo a la renaciente Europa para ganarse la vida que en su propio país se le regateaba. Eran jóvenes y audaces, tal vez los mejores y los de menos conformar, sin duda los de mayor coraje. Muchos volvieron al cabo de los años, la hacienda crecida y la vida agostada, pero otros tantos jamás regresaron por más que la pena fuera mayor que la distancia. Hoy, medio siglo después, vuelve a sonar en el aire la canción de Valderrama, aunque en esta ocasión es su hijo quien ajusta el compás al desagarro y la melancolía de los tiempos. Desde 2008, miles de jóvenes españoles salen cada año ligeros de equipaje camino de la esperanza. En 2012 fueron 55.000, un 21,6% más que en año anterior. La cifra puede crecer durante el año que comienza. Salir de tu país en busca de gloria y fortuna es admirable, signo de vitalidad y fortaleza, pero hacerlo a la desesperada es una tragedia de la que el propio país tal vez nunca se recupere. Sobre todo si los emigrantes de ahora son los jóvenes mejor preparados académicamente, los de ambición más fuerte y los de mayor empuje vital. España pierde así a parte de la generación mejor formada de nuestra historia, en la que ha invertido grandes sumas de dinero y en cuyas manos reposa su futuro de progreso. Puede que sea la lógica del mercado global, ajeno a las fronteras, y que tratar de retenerlos resulte tan infructuoso como contener agua en una cesta, pero qué mal negocio estamos haciendo en este viejo país de ida y vuelta al que Juanito Valderrama rompía el corazón.