María José Navarro

Yanis

Amigas todas: Sé que está feísimo juzgar a las personas por su físico, excepto si es a favor. Me explico. ¿Vosotras habéis visto bien al ministro de Finanzas griego? ¿Todo eso que vemos es suyo? ¿No es esa complexión torácica el sitio ideal para echarse una siesta? ¿No está imponente el caballero? ¿No se os detiene el riego sanguíneo cada vez que sonríe este hombre? Bien, queridas, pues ese es el ministro de un país en bancarrota que por lo visto nos debe a cada españolito seiscientos euros, como desde hace unos días nos recuerda Margallo. Que esto debe ser, digo yo, porque nosotros no debemos a nadie nada aunque nos hayan rescatado a la banca y no hace mucho, por cierto. La memoria es así de débil. Que se lo digan a los alemanes que nos costó su reunificación un riñón y ahora nos fiscalizan a todos la vida. El caso es que ha llegado este señor a la escena política europea, tan envarada, tan antigua, tan carca y tan fea y nos ha alegrado mucho las pajarillas. Primero porque al parecer tonto no es. Tiene un currículum que parece que deja claro que puede tratar de tú a tú al que se le ponga por delante y unas maneras que, aunque tampoco gusten a Margallo, han provocado que en Atenas la gente se haya manifestado a favor de su Gobierno. Porque también es importante que te representen con dignidad. Es decir, que Varoufakis puede que haya hecho una gira para pedir ayuda, pero da la sensación de que no está dispuesto a suplicarla. Suerte a los griegos. Un saludo afectuoso desde la cola de Europa.