Marta Robles
Yo viajaba en Iberia...
Hace dos días, me encontré atrapada en el aeropuerto de Bilbao, junto al resto del pasaje del vuelo a Madrid, de Air Europa, de las 16:45 del que, tras dos horas de demora, ni siquiera habían ofrecido información por el megáfono. «Son problemas técnicos –me dijeron al acercarme al mostrador–. Falta una pieza que vendrá en otro avión a las20:30 y luego, ya veremos». «¿A las 20:30? ¿Y cómo viene? ¿en diligencia?»,pregunté.
Después de poner en común el pataleo con tantos viajeros que encima, como yo, habían volado esa misma mañana a las 7:10 y acumulaban al cabreo, sueño y cansancio, tocaba buscarse la vida. Sobre todo porque, para muchos de nosotros, por trabajo y familia, quedarse a dormir no era una opción.
Uno a uno fuimos desenfundando nuestro móviles y quien más y quien menos llamó a su agencia de viajes, a su cuñada que trabajaba en Air Europa o al que barría en un operador de billetes de avión y todos corrimos a la cola del mostrador, a ver si las señoritas nos daban alguna solución.
Pero ni mentando a santa María José Hidalgo, conseguimos que nos asegurasen que nos reubicarían en el siguiente vuelo, ni tampoco que nos anularan el billete sin cargos. Yo opté por sacarme otro billete –que me costó casi 270 euros–, porque sabía que quedarme me saldría aún más caro y me juré no volver a viajar en Air Europa. Cuando pregunté a mi compañera de fatigas del día qué tal le había ido su vuelo a Valencia me dijo: «Igual que a ti». «¡Si es que no se puede viajar en Air Europa!», me quejé. «Ya. Pero yo viajaba en Iberia...»
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