El trípode
No a la compraventa de hijos
Hasta ahora este asunto permanecía aletargado en España, con una legislación de años atrás que lo prohibía salvo en supuestos muy tasados y siempre que no mediara contraprestación económica alguna
La noticia de que Ana Obregón con 68 años ha conseguido tener un hijo gestado por otra mujer en EEUU mediante maternidad subrogada, gestación subrogada, o más crudamente «vientre de alquiler», ha colocado este tema en el centro del debate público, tanto social como político.
Hasta ahora este asunto permanecía aletargado en España, con una legislación de años atrás que lo prohibía salvo en supuestos muy tasados y siempre que no mediara contraprestación económica alguna. En la última ley esta práctica se considera como una más de violencia contra la mujer. En todo caso, y sin entrar a juzgar a Ana Obregón –«No juzguéis y no seréis juzgados»–, los términos en los que se está decantando este debate desde la izquierda política es de rechazo total, al considerar que «cosifica» a la mujer, sometiendo a su cuerpo al alquiler por nueve meses para conseguir la criatura gestada en su seno. Por su parte, los partidos del centro derecha y derecha «liberales», que hasta ahora compartían esta postura, parecen abiertos a una regulación más permisiva que autorice esta técnica bajo determinadas condiciones: básicamente que sea un acto altruista y que se establezca una limitación en la edad de los padres adoptantes.
Por una vez y sin sentar precedente, la postura radicalmente opuesta a esa práctica que defiende la izquierda parece más conforme con la dignidad y derechos de la persona humana, tanto de la madre como del hijo, que es adquirido como una mascota cuando media compraventa en la operación –los casos de altruismo son escasos– y con el trato a la madre biológica de una mera incubadora. Por eso, abrirse a su regulación cual si se tratase de un producto comercial sometido a las leyes del mercado, contemplando incluso que pueda ser desechado cuando viene con un defecto de «fabricación» –como está sucediendo– es lo más cercano al comercio de esclavos.
Este debate no es ajeno al de la «donación» de gametos (que está económicamente recompensada) para la reproducción asistida, el aborto y la eutanasia, con los que tiene en común el derecho a la vida de todo ser humano como un derecho fundamental, con el problema subyacente de no tener claro qué es la naturaleza humana, dónde radica su esencial dignidad y, lo más importante, que no existe un derecho como tal a la paternidad, sino un deseo de ser padres que no puede ser colmado a cualquier precio.
Lo que se puede y debe hacer al respecto es agilizar en España la medida de protección a la infancia que es la adopción de niños cuyas madres se han negado a abortarles y no se ven capaces de criarlos.
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