El trípode

La Cruz vuelve a la cima del Aneto

Dicha Cruz fue colocada aquel 1951 por montañeros del Centro Excursionista de Cataluña que conmemoraban el 75 aniversario de su fundación, datada en 1876

En los tiempos que vivimos, de creciente descristianización social, cultural y religiosa, y que en España significan a su vez una intensa pérdida de nuestra identidad histórica y nacional –indisociablemente unida al cristianismo–, es reconfortante conocer hechos en apariencia sencillos, que destacan precisamente por caminar en una dirección muy contraria a esta. Tal ha sido la vuelta a la cima del Aneto de una cruz que la coronaba desde 1951, y que hace dos años fue retirada para proceder a su restauración. Tras 72 años allí expuesta, las inclemencias del tiempo en forma de heladas, nieve y viento la habían deteriorado hasta hacerla totalmente necesaria. El Aneto, con sus 3404 metros de altura, es el pico más alto de los Pirineos, el segundo de la península ibérica y el tercero de España, tras el Teide (3.718 metros en el centro de la isla de Tenerife del archipiélago de Canarias) y el Mulhacén (3.479 metros en Sierra Nevada, Granada), respectivamente. Dicha Cruz fue colocada aquel 1951 por montañeros del Centro Excursionista de Cataluña que conmemoraban el 75 aniversario de su fundación, datada en 1876. No fue tarea fácil su colocación, dados sus cuatro metros de altura y sus casi cien kilos de peso, ni por supuesto tampoco lo ha sido su recolocación, que ha sido posible mediante los GREIM de la Guardia Civil (Grupos de Rescate e Intervención en Montaña). Era intensamente deseada su retorno a la cima por los senderistas de montaña, que tras su retirada en 2023 esperaban volver a escalar el pico y poder retratarse, como hacían desde 1951, junto a la Cruz. Tras sus labores de restauración, ha estado expuesta durante el pasado verano en el Palacio de los Condes de Ribagorza en la localidad oscense de Benasque, a la espera de que las condiciones climatológicas, entre otras, lo hicieran posible. Para la Guardia Civil ha sido motivo de un legítimo orgullo esta intervención, propia de su compromiso con la protección del patrimonio, y que «es un homenaje a la tradición, la fe y el respeto a la montaña». Sin duda, palabras muy acertadas para definir esta operación que a su vez rinde homenaje a quienes la han hecho posible, junto a ellos, desde el Ayuntamiento de Benasque hasta el herrero encargado de su restauración, para el que ese encargo fue «todo un orgullo». En efecto, es una tradición muy vinculada a la fe, coronar de esta manera picos destacados de la montaña, evocando episodios recogidos en la Sagrada Escritura muy vinculados con ella. Desde el monte Sinaí hasta el Calvario, pasando por el Tabor, la montaña aparece destacada junto a Dios.