Quisicosas

Derecho a saber quién te engendró

La Ley española de Reproducción Asistida de 2006 blinda el secreto de la donación, también su antecedente de 1988, pero están obsoletas. No sirve de nada mirar hacia otro lado

El debate desatado por el caso de Ana Obregón ha cogido impulso con la decisión de María Zurita, prima del Rey, de revelar que concibió a su hijo gracias a un donante de esperma. Es inútil taparnos los ojos, el 8 por 100 de los bebés nacidos en 2020 proceden de la FIV, la fecundación in vitro. De acuerdo con los datos del sector, 4030 críos nacieron de semen donado y otros 748 de óvulos de la misma procedencia. En las universidades hay carteles buscando donantes, especialmente chicas, que cobran entre 600 y 1000 euros y que sufren en el proceso más que los donantes masculinos, que se limitan a masturbarse por 50 euros. A ellas hay que hormonarlas y prepararlas y extraerles quirúrgicamente los ovocitos, a menudo con sufrimiento.

Como en España no hablamos de esto, se ha generado un vacío en torno al derecho de los niños españoles de conocer la identidad del donante. En Holanda, Suecia, Bélgica, Alemania, Reino Unido y hasta Portugal ya es posible. Las razones no son sólo de orden psicológico –la convención de los Derechos del Niño reconoce el derecho a saber quiénes somos y de dónde procedemos– sino sanitarias. La información genética es importante para la salud y no hay que olvidar que, si no sabes nada del donante, corres el peligro de casarte o juntarte con un hermano. Recientemente se ha puesto de relieve la cuestión con el juicio, en Holanda, de un hombre con 550 hijos biológicos.

La fecundación in vitro es muy rentable y las donaciones se ven estimuladas por el secreto. En 2021 el negocio generó 660 millones de euros de beneficios, el 75 por 100 en el sector privado. Los que buscan sus raíces se topan virtualmente con un muro de hormigón. Hace años entrevisté a Miquel Roura, cuya madre le reveló a los 15 años que había nacido de esperma donado, y el pobre sigue sin saber quién es su padre biológico. El sufrimiento de estas personas tiene nombre científico, «síndrome del fantasma paternal» y ha dado lugar a historias tan dramáticas como la de la muchacha alemana que llegó hasta el Tribunal Constitucional exigiendo sus derechos. La justicia tuvo que darle la razón y por fin conoció al padre biológico, un hombre homosexual con el que resultó que compartía preferencias intelectuales y una clara influencia genética. Actualmente todos son amigos, el donante y la familia de la muchacha. La Ley española de Reproducción Asistida de 2006 blinda el secreto de la donación, también su antecedente de 1988, pero están obsoletas. No sirve de nada mirar hacia otro lado.