Y volvieron cantando
Desinformación, bulos y elecciones
Que no se llegue a pactos de Estado en educación, sanidad u otros grandes asuntos se puede sostener, pero en defender la esencia de la democracia –la limpieza electoral– no sería muy entendible
Avisaba el presidente andaluz Juanma Moreno entrevistado en este periódico a propósito de la peligrosa estrategia de confrontación puesta en marcha desde el sanchismo siempre necesitado de tensar la cuerda para dar razón de ser a su supervivencia: «Sánchez está decidido a sacrificar la convivencia para seguir en el poder». Lo ocurrido tras conocerse la condena al dimitido fiscal general García Ortiz, con una andanada de ataques al Tribunal Supremo impropia de ministros de un Gobierno de la democracia española, viene a certificar el análisis del jefe del ejecutivo andaluz en una nueva pirueta destinada a movilizar a la feligresía de izquierdas, tan peligrosa como insensata. Sin embargo, no me detendré tanto en esta cuestión como en alguna otra que inquietantemente voy escuchando día sí, día también, no solo entre directos allegados al Gobierno, sino entre algunos de sus miembros deslizándose en la antesala de lo que, esperemos no acabe siendo otra flagrante ausencia de límites en la estrategia del embarrado. Me refiero a los reiterados avisos que crecientemente se vienen deslizando a propósito del peligro de injerencias extranjeras o de otro tipo que puedan condicionar algo tan sagrado como son los próximos procesos electorales. La mismísima ministra portavoz se refería públicamente a ello durante su intervención en las jornadas de Metafuturo organizadas por Atresmedia. Alegría recordaba las injerencias ocurridas en otras latitudes desde la órbita rusa y señalaba a una serie de posibles enemigos sin nombre y apellidos trufándolo –y esto es lo realmente inquietante escuchado de miembros del Gobierno– con lo de casi siempre, los «bulos» y la «desinformación», los «pseudomedios» y todo el elenco. Sería recomendable que, si desde el Gobierno socialista se teme, aunque sea de lejos, por la amenaza de distorsiones en procesos electorales, la gravedad del asunto requiera una puesta en común y un importante acuerdo de Estado con el primer partido de la oposición y más allá con todo el arco parlamentario, sobre todo porque no sería asunto para ser gestionado por una sola opción política por mucho que ostente la responsabilidad de gobierno y sin levantar un fundado escepticismo como una parte más que concurre a contiendas electorales. Que no se llegue a pactos de Estado en educación, sanidad u otros grandes asuntos se puede sostener, pero en defender la esencia de la democracia –la limpieza electoral– no sería muy entendible. Dejemos algunos genios dentro de la lámpara.