
Canela fina
Don Juan, la ejemplaridad dinástica, 32 años después
«La clave de la Monarquía parlamentaria es la neutralidad en la Jefatura del Estado. Felipe VI, con prudencia y firmeza, ha mantenido la posición que tuvo su abuelo en el exilio»
El 1 de abril de 1993 falleció Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, Rey de derecho de España desde la abdicación de su padre Alfonso XIII el 15 de enero de 1941. Durante 32 años, todos los primeros de abril sin faltar uno solo he dedicado un artículo al recuerdo de Don Juan.
El 1 de abril de 1993 almorzaba yo en mi despacho del ABC verdadero mano a mano con Pérez Rubalcaba, ministro de la Presidencia. Me comunicaron la esperada muerte de Don Juan y el ministro nos pidió quedarse unas horas para ver cómo hacíamos el ABC del fallecimiento del Rey de derecho, al que el periódico apoyó siempre con gran riesgo, ya que al exiliado en Estoril el dictador Franco le distinguió con un odio africano.
Creía Don Juan que el pueblo tenía derecho a exigir del Rey ejemplaridad, concorde, claro es, con los usos y costumbres de cada época. La Monarquía no puede convertirse en un problema más, porque la Institución es una plataforma para que, sobre ella, y con respeto a la continuidad histórica, se solucionen los problemas de la nación. Eso lo ha entendido muy bien su nieto, Felipe VI, que ha sorteado varias campañas histéricas, manteniendo a la Corona en la neutralidad política. Don Juan se hubiera sentido orgulloso ante su prudencia.
Con motivo del matrimonio astillado de Carlos y Diana, empalidecidos los días de lujo y rosas, abrumado él por las heridas de la Historia, todavía sin cicatrizar, encendidas en ella los ojos de cierva azul y engañada, las cenizas sexuales se derramaron sobre la Monarquía más firme del mundo. Dos Juan nos decía que confiaba en la serenidad de Isabel II para mantener la Institución al servicio del pueblo británico.
Las hilanderas de la Historia, transcurrido el primer cuarto del siglo XXI, no pueden tejer otros tapices que los de la voluntad popular. El papel de la Monarquía restaurada consistía en devolver al pueblo la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil. Esa idea de Don Juan III la ha tenido muy clara Felipe VI y su admirable esposa, la Reina Doña Letizia.
Treinta y dos años, en fin, desde la muerte de Don Juan, el hombre que por amor a España hizo a lo largo de toda su vida los mayores sacrificios personales y que permanece presente en el monumento que una suscripción popular elevó en Madrid.
Luis María Anson de la Real Academia Española
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